9.7.08

Una canción de cuna


Mi hijo Tomás era apenas un bebé cuando se estrenó en cines "Toy Story", allá por 1996. La película la tuve luego en video --sí, en VHS, años antes de la reconversión general al DVD-- y Tomás, ya un poco más grande, la pasó una y otra vez en la televisión hasta que, literalmente, la gastó. Así, "Toitori" (o "gudibaz", como también la bautizó) se convirtió en la película que más veces vi en mi vida. Aclaro: no era la única película que Tomás veía centenares de veces, pero sí la única en la que yo lo acompañaba. A veces, durante toda la película. Otras, sólo por algunas escenas.

En ese entonces apenas sabía lo que era Pixar y, siendo sinceros, "Bichos" no me produjo el mismo interés y "Monsters Inc.", si bien me gustó bastante, la olvidé muy rápidamente. En el medio apareció "Toy Story 2", una secuela de esas pocas que pueden considerarse a la altura, o aún mejor, que la original. También repetí la experiencia: poco después nació Joaquín y se hizo adicto a la segunda como Tomás a la primera. Bueno, a ambas en realidad.

Todavía hoy puedo repetir diálogos enteros de ambas películas y recuerdo escenas que me conmueven de sólo pensarlas. Pixar siguió haciendo buenas películas ("Buscando a Nemo" es muy buena, "Los increíbles" tiene grandes momentos aunque la vi doblada a un horrendo argentino y nunca pde recuperarme del todo, y "Cars" me parece, sin ser mala, la más fallida de estas tres), pero mi enganche pasó a ser un poco menor. Tal vez, por el agotamiento de tanta película de animación dando vueltas por el mercado.

Con "Ratatouille" volvió la grandeza. Al verla, sin embargo, sentí que Pixar ya no hacía películas para mis hijos. Las hacía para mí. Ellos salieron un poquito aburridos de la función y no se los notaba demasiado satisfechos. Sin embargo, via DVD, "Ratatouille" se convirtió en otro éxito repetido de tardes de fin de semana. Hoy puedo decir que la película generó que a veces me encuentre con mis hijos mirando el canal Gourmet o preguntándome por los usos del romero...

Ellos todavía no vieron "Wall-E" (calculo que el sábado estaremos allí, para verla en su versión doblada), pero tengo la sensación de que les va a suceder lo mismo que con "Ratatouille". La propuesta estética de la película es tan audaz, tan radical, que seguramente tardarán un tiempo en aprehenderla. La dificultad de "Ratatouille" era el relativo interés que podía despertar su poco infantil tema, pero su edición era rápida y furiosa, y su humor constante y eficaz. "Wall-E", al menos durante su primera mitad --la mejor, una lección de cine, una historia contada a través de miradas, gestos, planos y silencios-- es una distopia oscura, atemorizadora y gris, sólo alivianada por un insecto que bailotea, un musical que los chicos desconocen y objetos "del siglo XX" que seguramente tienen más sentido para los adultos.

No tengo dudas de que la segunda parte --igual de densa y compleja desde lo temático, pero más liviana y convencional desde la realización-- los acercará a la película mucho más. Lo mismo que cada mirada enamorada de los intercambiables binoculares de Wall-E, cada pasito de baile con una tapa de cacerola, y su ternura a prueba de, bueno, del fin del mundo.

Pocas veces el futuro de la Tierra fue mostrado de la manera terrible en el que se ve en "Wall-E". Un planeta abandonado con edificios de basura, polución permanente, completamente deshabitado, infernal. Sólo Wall-E (una criatura aún más enternecedora que E.T.), en su infinita rutina, parece no darse cuenta de lo que está pasando. Cuando llegue Eve ("iiivaa", tal como lo pronuncia en inglés), todo empezará a cambiar. Pero la pareja tampoco la tendrá del todo fácil.

"Wall-E" es una extraña película sobre bebés (unos "movietubbies", si se quiere). Los robotitos balbucean como criaturas de un año, los humanos reubicados en una nave espacial "todoterreno" parecen chiquilines regordetes y caprichosos. Y ese grupito de neohumanos y robots --inocentes, blanqueados, sin memoria ni contexto-- serán los encargados de refundar el mundo. "Wall-E" es "Blade Runner" y "RoboCop" y "El planeta de los simios" y "Alien". Pero es, más que nada, una versión pop de "2001": una elegía para un mundo perdido y una canción de cuna para otro que va a empezar.

1 comentario:

Luciano dijo...

La vi ayer y me pareció una obra maestra. Cuando pensé que nada podía superar a Ratatouille, aparece esta maravilla... Pixar está trabajando en otro nivel de cine (y no solo hablo del genero de animación, me refiero a cualquier otro tipo de película). Hermoso el analisis... me encanta el blog... un abrazo!