9.8.08

Esperando "La mujer sin cabeza"


Cuando se decidió postergar el estreno de "La mujer sin cabeza" de mayo para agosto tuve la sensación de haber presenciado una batalla perdida. La película había tenido una recepción dispar en Cannes (gente que la consideró entre los mejor que se vio allí, otros entre lo peor) y daba la impresión de que los productores y distribuidores habían reculado y, asustados por la situación, decidieron "comprar" el discurso del fracaso. Me parecía la admisión de una derrota donde no había derrota alguna.

Agosto, entonces, parecía lejanísimo. Hoy, a menos de dos semanas del estreno de la tercera película de Lucrecia Martel, tengo la sensación de que la decisión que tomaron fue acertadísima. El rumor sobre lo que se dijo o no se dijo en Cannes se fue disipando, las críticas serias fueron apareciendo --alabando la película, eligiéndola entre lo mejor de aquel festival-- y ahora se puede acceder al filme sin el exceso de equipaje que traía de Francia.

Esto no quiere decir, claro, que la película vaya a terminar convirtiéndose en un éxito de público. Más allá del "affaire Cannes", esta trilogía de Lucrecia va moviéndose hacia un formato cada vez más experimental, en el que el trabajo sobre los materiales audiovisuales en relación a la serie de ideas temáticas que pone en juego la película llega a un nivel de depuración tal que, seguramente, buena parte del público quedará fuera de la propuesta.

Pero, más allá de eso, mi expectativa respecto a lo que pueda pasar con la película funciona por otro lado. Me interesa ver --confirmar-- la capacidad de análisis crítico que sigue habiendo en este país, tengo la necesidad de reasegurar que no sólo seguimos creando un cine con personalidad sino que también lo merecemos, que lo sabemos apreciar, que no nos hemos quedado a la retaguardia de nuestros cineastas.

La semana pasada, leyendo "Radar", me topé con un texto crítico y personal de Mariano Llinás sobre "Invasión", de Hugo Santiago. Me pareció la mejor pieza de crítica de cine que leí en mucho tiempo (quise postearla aquí, pero los muy "canutos" de Página/12 no la pusieron online) y, sumada a su "Historias extraordinarias", me dejó con la impresión de que algunos cineastas han logrado articular un discurso sobre el cine (algo difícil de hallar, digamos, hace diez, quince años) mucho más audaz, personal e incisivo que el de nuestra generación de críticos. Las respuestas de Lucrecia Martel en las entrevistas que viene dando sobre "La mujer sin cabeza" son igualmente complejas, abarcadoras y muy reveladoras.

Al mismo tiempo de estos análisis, yo tenía la impresión de que había un cierto desgaste en el discurso crítico --de los críticos--, más preocupados por las modas, las rencillas internas y los enconos tribales; y hasta los veía más preocupados por hablar de "números", de "la industria" y de subsidios y presupuestos, de la manera en que lo hacían los cineastas que supimos tener hace un par de décadas.

En ese sentido, la adulta, inteligente y coherente mirada de "El Amante" sobre la película de Lucrecia me parece ejemplar. Alejados de la "boutade", de la necesidad de dar vueltas discursivas por el sólo hecho de mostrarse originales --o diferentes, o anti-establishment--, supieron poner la película en el sitio que merece y dedicarle el espacio que merece. Estoy convencido de que más allá de algún trasnochado, "La mujer sin cabeza" será entendida y apreciada aquí.

Es cierto. El aura de "intocable" de Lucrecia y de su cine puede llegar a ser excesivo, exagerado. No quiero decir con esto que la película no pueda recibir críticas duras, negativas. De hecho, me gustaría leer algún inteligente texto en contra de la película o criticando algunas de sus elecciones o decisiones estéticas (si mal no recuerdo, Quintín en "La Lectora Provisoria" había hecho algo así), pero me importa muy poco si El Club de los Columnistas la ataca por "piantapúblico". De hecho, me gustaría leer eso tipo de brulote contra Martel. Pero --se sabe-- a los consagrados no se los toca, las críticas agresivas se las reservan para los primerizos, para los más débiles.

Me interesa seguir la saga de "La mujer sin cabeza". A diferencia de "Historias extraordinarias" --una de las otras grandes películas argentinas de este año--, el filme de Lucrecia es una obra más proclive al rechazo, a la confusión, a los malos entendidos. Su estreno no servirá como una prueba de la grandeza de la película --algo que, para mí, no necesita comprobación alguna--, sino que será un test de nuestra capacidad como críticos, como analistas, como parte de la conversación dialéctica que hizo de la última década la mejor del cine nacional en toda su historia.

1 comentario:

Hernán dijo...

La última película de Martel es grande por donde se la mire. Trabaja en un nivel de riesgo, complejidad y riqueza audiovisual como pocas películas logran hacerlo. Eso sí, exige del otro lado un espectador atento, activo, con sed de participar -intelectual y emocionalmente- de una obra de arte que no responde a preguntas pueriles ni juega con la lógica clásica de causas y consecuencias (Quintín, en la reseña de su blog, cometía el error de interpretar, encasillar y argumentar en consecuencia).
Un camino para el cine argentino, y un desafío para el trabajo de cualquier crítico que decida encontrarse con ella y descubrirla.

Saludos,

Hernán.