26.8.08

Balance del SANFIC



No puedo hacer un análisis completo del SANFIC chileno porque fui con un motivo específico y eso me impidió hacer un recorrido más amplio de toda la oferta del festival. En principio, por las películas en el programa, se puede decir que eligen entre lo mejorcito que hay circulando por los festivales de su tipo, y a la vez que sus ambiciones son módicas en lo que se refiere a cantidad de películas, salas y funciones.

Las dos charlas en las que participé salieron muy bien. La primera, con los alumnos de una universidad, tuvo un lleno total (imagino que era parte de su "tarea" ir a escucharnos, pero bueno...) y se cruzaron temas interesantes sobre la realidad de las cinematografías latinoamericanas, incluyendo el tema de la crítica.

La segunda charla era para prensa e industria en una mañana fría y en una zona céntrica bastante desolada a esas horas. Eramos pocos --no más de quince personas--, pero decidimos salir del programado estilo "panel" y lo transformamos en una suerte de living de discusión que se extendió con parte de los presentes en el gran restaurante Liguria.

El grupo de "debate" lo integramos el peruano Claudio Cordero (de la revista "Godard!"), el chileno Jorge Morales (de Mabuse, entre otros medios), el norteamericano pero radicado por ahora en Brasil Gabe Klinger (colaborador de varios medios) y quien esto escribe. Y surgió como punto en común --pese a las diferencias existentes en cada país-- la necesidad de seguir apoyando vías alternativas de exhibición y distribución, dándole espacio y atención a los llamados "festivales de nuevo cine" (SANFIC, FICCO, BAFICI) y saber sacar provecho del buen momento del cine latinoamericano en el mundo para modificar los preconceptos y lugares comunes que se manejan sobre él. El caso clave, para mí al menos, fue el de "Historias Extraordinarias", una película llamada a cambiar el curso de ciertas cosas.

Por la Argentina había una muy buena selección: "Liverpool", "La mujer sin cabeza", "Historias extraordinarias", "La sangre brota", "Bye Bye Life" y una que no conocía, "Furtivo". Estaban Pablo Fendrik, Mariano Llinás, Lisandro Alonso y varios cineastas más (Jonás Cuarón, Rodrigo Marín, César Charlone, el trotamundos José Luis Guerín, el director de fotografía Michael Chapman, Claire Simon y Esther Robinson, la directora de "A Walk Into the Sea: Danny Williams And The Warhol Factory", entre otros). También andaban siempre cerca del evento Antonio Skármeta y Ariel Dorfman, entre otros.

Vi muy pocas películas en los tres días que estuve y sólo podría recomendar "Tony Manero", de Pablo Larraín, que me perdí en Cannes. No se trata de una gran película ni mucho menos --demasiado calculada, grave, innecesariamente morbosa--, pero tiene grandes momentos y una manera muy original de tratar la época de la dictadura de Pinochet y los efectos sobre los chilenos.

Raúl Peralta ("Tony") es un tipo silencioso y despreciable (gran actuación de Alfredo Castro) que sueña con ganar un concurso de imitadores de la estrella de "Fiebre del sábado por la noche" y ser reconocido como el mejor en esa tarea. Y no se detendrá ante nada para lograrlo. Además de la actuación, lo más interesante del filme es su tono seco, desprovisto de convencionalismo, su look setentoso y su tragedia asordinada que, por momentos, hacía recordar a cierto cine de Arturo Ripstein, en especial "La mujer del puerto".

La película es de lo mejorcito que ha salido de Chile en los últimos tiempos, aunque el país está encaminado a una gran renovación que, seguramente, explotará en los próximos años (los que alcanzaron a ver varias de la películas locales que se presentaban no parecían demasiado entusiasmados por el material). La que no estuvo tan bien fue la fiesta posterior a la proyección de "Tony Manero", con un DJ al que no le avisaron de la temática de la película y en la que no te regalaban ni una Coca-Cola. Y Chile no es lo que se dice barato.

Como el FICCO y a diferencia del BAFICI, el SANFIC tiene sus salas desperdigadas por la ciudad, lo que es muy bueno para los habitantes pero no tanto para los invitados, que tienen que recorrer toda la ciudad para ir a cada proyección (lo cual, de hecho, sirve para conocerla). Sin embargo, el BAFICI, pese a tener casi todas sus actividades centradas en el Abasto, lleva mucha más gente a las salas que los otros dos juntos. No soy quién para dar explicaciones --hacer sociología de países que no son el mío no me cabe--, pero lo cierto es que no muchas funciones se llenaban.

Con bastante buena cobertura de prensa (el acuerdo con un diario en eso ayudó) y con una gran amabilidad de parte de los organizadores, el SANFIC aparece como una alternativa más al panorama de los nuevos festivales del continente. Le falta para consolidarse, claro, pero el camino elegido parece ser el correcto.

PD. La foto es de un paseo nocturno por el cementerio de Santiago que organizaron los del festival. No tiene nada que ver con nada: sólo me gustó como salió...

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