Ayer se reveló, en un tono cercano al escándalo, que algunos momentos de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos habían sido, digamos, trucados. Que la niña que cantaba lo hacía en “playback” (en realidad la voz pertenecía a otra, aparentemente no muy fotogénica) y, fundamentalmente, que muchos de los efectos especiales (explosiones, fuegos de artificio, juegos de luces, viento) eran “virtuales”. Esto es: que no existieron ni se vieron allí realmente sino que fueron “agregados digitalmente” para su emisión televisiva.
Entiendo, en principio, que la gente se moleste. Existe, todavía, una idea de que los eventos “en vivo” requieren de un grado de realismo que no concuerdan con esta “digitalización” del hecho artístico por medios virtuales. Que lo que millones de espectadores vimos en el mundo no sea igual a lo que se vio desde el estadio o en la ciudad suena para algunos como un hecho escándaloso.
Sin embargo me da la impresión de que se trata de quejas casi retrógradas y, en un punto, casi irrelevantes. ¿Cuántos de los espectáculos a los que asistimos están “virtually enhanced”? ¿Cuántos de los competidores olímpicos, especialmente los nadadores, están “virtually enhanced”? Para los que estamos en el mundo del cine, el tema no debería ni sorprendernos ni preocuparnos: hace mucho tiempo que el realismo dejó de ser una medida para las escenas de acción y las que requieren de cierta espectacularidad. ¿Qué había extras digitales en la ceremonia? ¿Y eso no pasa en todas las películas?
Armada y concebida por un cineasta –Zhang Yimou--, la Ceremonia Inaugural fue un evento televisivo y, como tal, pasible de ser construido con ese sistema. Es cierto que, para los que vimos asombrados como Beijing parecía casi explotar en tiempo real, hay un dejo de decepción en saber que, tal vez, buena parte de esos fuegos de artificio fueron creados por computadora. Pero de ahí a cuestionar la “legalidad” de hacerlo es otro tema.
En realidad, las “construcciones ficticias” que deberían preocupar a los que cubren Beijing son las de los atletas, convertidos en verdaderos Terminator pulverizadores de récords. O tal vez no. Tal vez, si el sistema del espectáculo es finalmente lo que importa, el tema del doping debería también dejarse de lado. Finalmente, el mejor sería el que consiga las mejores drogas, las más efectivas y funcionales. Finalmente, todo el evento terminará siendo un gran efecto especial.
A mí, la única que me preocupa es la cantante fea. Pobre. ¿No podrán hacer ahora una sitcom con su vida?
1 comentario:
mmm, por un lado decís que es algo retrógrada la crítica sobre la legitimidad, por otro, calificás de Terminators a los atletas. Bueno, no se puede ser coherente en todo, es cierto. Pero me parece que la cuestión es otra: la escenas de acción en el cine tienen que ver con la fantasia, y en los Juegos, también. Te imaginás ver Terminator sabiendo cómo se hace? Un bodrio. Después, los moralistas, ya sabemos: siempre encontrarán algo para evitar el disfrute. Y aguante Terminator Phelps: pocas cosas tan copadas como ser contemporáneo de los sucesos históricos.
Olubec
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