6.6.08

Gatica, el mono (1992)

-Yo no la quiero a Gatica . Es como una mujer hermosa a la que uno no consigue querer. A Gatica no la quiero ni podré quererla nunca.

-¿No la querés porque no te hizo feliz durante el rodaje?

- Claro, porque fue mucha lucha. Tanta lucha que me asqueó, me hartó. En cambio, me hablás de Soñar, soñar , y yo sé que es chiquita al lado de Gatica , pero la quiero. Con todos los problemas de Monzón y todo, a Soñar, soñar la quiero. El dependiente es otra de mis películas a las que quiero, porque me acuerdo de haber estado filmándola en esas noches estrelladas y cálidas en el patio, charlando con Vidarte, con Graciela, con los técnicos... En cambio, durante el rodaje de Gatica estuve muy enfermo, y sintiéndome tan mal no pude gozarla. Fui muy infeliz haciendo esta película. La hice apretado por la situación económica, buscando la salvación económica.

-Pero en los años que llevó escribir el guión nadie te pagaba.

- Claro, pero yo pensaba: cuando termine Gatica voy a tener tres o cuatro palos verdes. En aquel momento para mí esa como si ya los tuviera en el bolsillo. Por eso vendí mi casa de Mendoza e invertí todo el dinero que tenía ahorrado. Yo soñaba a los jóvenes imitando el vestuario de Gatica...

-Qué paradoja: que habiéndola hecho sin pasión, la película logre transmitir la catarata de emociones que transmite.

- Tal vez suceda eso por el manejo de la emoción, y eso es cuestión de conocimiento. En mi cine yo no confundo la alegría de la construcción con la sensación de que me muero por esa película. Cuando era pibe sentía que hacía cine o me moría. Pero eso murió con El dependiente. Cuando crecí me di cuenta: soy un narrador de cuentos, éste es mi oficio, ésta es mi profesión. No es el ombligo del mundo porque no puedo emular las estrellas ni los ríos. Es mi oficio, pero no me desmayo por una toma. Siento el placer de realizarla. Ese travelling del que te hablaba me hizo sentir el placer de encontrar la estética, de manejarla, de saber que puedo, pero nada más. Mis alegrías no pasan por mis oficios. Pienso que lo mismo le debe ocurrir a todo el mundo. No creo que un poeta se desmaye de amor frente a su poesía. Aunque puede ocurrir que se desmaye de amor frente a lo que provocó el poema.

-¿Y vos no te desmayás de amor si vas a la salida de un cine y comprobás lo que provocó Gatica en el espectador?

- Me alegro, pero nada más. Vamos a hablar a calzón quitado: cuando vos no tenés a quién dedicarle el asombro, no te morís por tu obra. Pienso que la obra es a partir de querer deslumbrar a tu mamá, a tu papá y a tus amigos, en la niñez; y después, a tu maestro y al ser que amás. cuando perdiste esa potencia, la obra es nada más que el oficio. Yo ya no quiero deslumbrar a nadie.


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