27.6.08

Como una película de Wong Kar-wai


"El sabor de la noche" ("Blueberry Nights") es una película de Wong Kar-wai. Tiene todo lo que tienen que tener sus películas, luce como una de sus películas, está montada como una de sus películas, se escucha como una de sus películas, está estructurada como una de sus películas, narrada como una de sus películas y hasta tiene las mismas cámaras lentas de sus películas. Sin embargo, por alguna razón, parece la película de alguien que imita las películas de Wong Kar-wai.

Uno puede pensar que la falta de "peso emocional" que tiene está relacionada a su traslado a los Estados Unidos, pero WKW filmó en la Argentina de sus mejores y más emotivas películas, "Happy Together". Pero, es cierto, acá no la hizo con actores argentinos sino con Leslie Cheung y Tony Leung, por lo que --de algún modo-- sigue pareciendo una película hongknonesa. O, al menos, enrarecida, foránea.

En los Estados Unidos no hizo eso: eligió un elenco angloparlante y los hizo hablar en su idioma. Los norteamericanos se quejan de que los diálogos son imposibles, pero para mí ese no es el problema de la película. Más allá de eso (tal vez en cantonés los diálogos sean igualmente imposibles, pero nunca lo sabremos, no nos quejamos por eso y nadie anda diciendo "en Kowloon no hablan así"), la sensación que se tiene con "Blueberry Nights" es la de estar viendo una postal de una película de WKW, una mutación formalmente reconocible pero desprovista de verdadero contenido.

Es difícil definir qué es lo que falla en el filme. Tal vez sea la apática presencia de Norah Jones (es bonita, no actúa mal, pero está ahi de espectadora de lujo de una pequeña colección de freaks), tal vez que lo que nos parece original en Hong Kong se nos revela como "lugar común" en un paisaje tan visto y recorrido como los Estados Unidos, tal vez esos "momentos actorales" (como el de David Strathairn en el bar, por ejemplo) nos huelen a mala imitación de una obra off Broadway de Sam Shepard.

No sé bien donde está el problema. Lo que sí se es que --si bien se deja ver, como decía un viejo colega--, la película no está ahí. Es decir, está, se ve; pero no vive, no existe, no respira. Es un cuadro de Edward Hopper, una canción de Otis Redding, una cita dentro de una cita. Pero nada las conecta. Es pura superficie.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es que creo que quizás Wong ya nos dio todo. 2046 fue su testamento. Ahora solo le quedan ecos tristes, esperanzas tímidas, cadencias diáfanas que nos amparen con algún consuelo. Kant decía que el genio es "aquel que le da la regla al arte". Aquel que crea nuevos paradigmas. ¿Cuántos cómo Wong revolucionaron la imagen al punto de enaltecer todos nuestros sentidos? My blueberry nights es una especie de suspiro, de esos que emitimos para recobrar fuerzas... Abrazo.