17.6.08

"Aniceto", o el éxito que no fue


Unas 16 mil personas fueron a ver "Aniceto", de Leonardo Favio, en sus primeros cinco días de exhibición. La lanzaron --audazmente, tratándose de un filme que en buena parte es un ballet-- en 32 salas y las cifras no alcanzarán, seguramente, a satisfacer a nadie. De jueves a domingo (los cuatro días que normalmente se miden) hizo sólo once mil espectadores, lo que da a entender que, claramente, la película no encontró su público.

El otro día Favio decía estar convencido de que iba a pasar algo fuerte con su película. Yo no me atreví a contradecirlo, pero le comenté que los fenómenos masivos como "Juan Moreira" o "Nazareno Cruz y el lobo" ya no se ven más. Y que, tomando en cuenta la propuesta, no era muy probable que "Aniceto" marcara récord alguno.

Favio, inteligente, me retrucó diciendo que creía que "lo fuerte" de la película estaba en los rumbos estéticos que iba a marcar. De vuelta, no lo contradije, pero no imagino decenas de cineastas saliendo a hacer ballets o musicales. Menos en la Argentina. Un conocido director que me encontré el otro día me decía que le había gustado mucho la película, pese a que "yo me tiento de risa cada vez que alguien se pone a bailar".

Tal vez sí, y en esto estoy de acuerdo con Leonardo, sea "fuerte" para su posicionamiento frente al hecho de hacer películas. Hoy, a Leonardo Favio le interesa filmar así, excederse de los límites de lo convencionalmente cinematográfico y acercarse a una experiencia estética que incluya otras artes. Me aseguraba que "El mantel de hule" --su próximo proyecto-- irá por ese lado.

A esta altura nadie puede cuestionarle el derecho a Favio a hacer lo que se le venga en gana. Es valioso --y agradable-- saber que un director de 70 años quiere seguir experimentando y probando cosas del lenguaje cinematográfico. Tendrá que saber, claro, que no es muy probable que el público lo acompañe masivamente en este viaje. Pero, a la vez, no dejar amedrentarse por eso. El cine es bastante más que cifras de taquilla y promedios de espectadores por sala.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Fui a ver hoy, martes 17 Aniceto en el Gaumont 2. La sala estaba casi llena. Cuando terminò, un leve aplauso. (Opino que la canciòn del hijo se la podrìa haber ahorrado).
A mì me gustò, pero...
¿tiene que ver que soy critica de teatro y danza?

Silvana Lopa dijo...

Fui al gaumont el domingo, día del padre. La sala estaba llena y también hubieron aplausos al final.
Quizás el parámetro cantidad de expectadores sea una medida relativa para el éxito de un film.
Comentando con amigos veo que aniceto genera expectativas.
Saludos,

Peacock dijo...

Lo tremendo del caso es que la película se estrenó en 32 salas y después del fin de semana quedó en 5, solo dos de ellas en Capital. Digo, no anduvo muy bien de público pero tampoco fue tan terrible como para sacarla de casi todos los cines. Es que todas las cadenas la levantaron para meter los estrenos de "Hulk" y "El fin de los tiempos".

Anónimo dijo...

La cantidad nunca ha dado como resultado la muestra de nada, no seamos hipòpcritas con esta obra de arte, Ana del Rìo, escritora de B. Blanca.


Critica de “Aniceto”


Las manipulaciones pesan, cuando el desamparo cunde sobre la cotidianidad de las almas y de esos diversos “juegos humanos” que no se apiadan de otras vidas. Entonces sus vísceras sangran oscuras orfandades que nos nutren de riñas y desencuentros; de traiciones que desbordan sus siniestros filos ante el desgarro de las carnes; ante el despropósito de equidistar entre ese debe y haber de las conquistas y de la pluralidad que las ausencias y presencias agudizan bajo sus latidos en cada espacio de emociones. Afuera, una luna incandescente se hace cielo; sol; naranja de plenitud; amarilla de pureza o púrpura de gloria, conformando ese círculo perfecto que las noches y los días concretan. Una aurora boreal se ramifica en el espectro de las danzas y sonidos como un augurio acompasado de lo que vendrá, mientras los cuerpos se visten y desvisten bajo esa inexistencia de ambiguos paraísos terrenales.
Yo también soy la opulencia y el desprestigio de Aniceto. Soy gallo; contorsión ensimismada de los cuerpos; poder; fracaso; la fragilidad de otra Francisca en una competencia estéril. Soy astro que convalece bajo la tutela de los hombres; primavera expectante de nuevos fuegos lapidarios; fruta madura o letargo sollozo que se pierde tras esa existencia de lejanas arboledas. Soy el pico crispado que mata por amor; los ojos aterrados de mi próxima rival; el resplandor de una sonrisa masculina o del resabio de algún espasmo pasajero que jamás regresará.
Concéntrica de miradas, esta maravillosa trascendencia de la película y de las vidas transcurre entre los límites imaginarios que un “paredón” puede ejercer y no, al igual que el pensamiento nos margina o nos hace trascender al universo; entre el aroma que bulle a la par de las acequias como un tumultuoso recuerdo que nos asemeja al cosmos y a la infancia; al logro de toda perfección, que es sólo un espejismo de las inseguridades y de los miedos que acarreamos o no, y de esos anhelos que suelen esfumarse con su concreción.
Tu excelencia ronda todos los sentidos hasta hacernos agonizar de un extremo placer. Lo mismo ocurre con los protagonistas, efectos, escenografía y música. Muchas gracias Leonardo por esta película; también por aclarar que los animales no fueron lastimados y que usaron marionetas para las peleas. Un beso grande. Ana Cecilia del Río, escritora. anaopera@yahoo.com.ar