4.10.08
"Historias extraordinarias" (crítica)
Con Mariano Llinás parece haber siempre problemas de espacio. Así como la entrevista fue el doble de larga de lo que fue posible publicar, la crítica de la película me quedó igualmente extensa, tal vez porque me dejé llevar por ese "relato-río" que es el filme. Así que aquí, otra vez, el link a la crítica publicada en "Clarín" y el texto completo de lo que me salió escribir sin pensar en medidas, espacios y esas cosas de la gráfica.
Nota: Al tratarse de un estreno no convencional, en "Clarín" se opta por que sean publicados como comentarios y no como críticas, por lo que van sin calificación. Si bien eso es lo que siempre uno quiso --los "clarincitos" suelen ser una pesadilla--, en estos casos da la impresión de que sería bueno poder calificarla. No me hace falta aclarar que sería un Excelente.
"Bueno, es así. Un hombre, llamémoslo X, llega en medio de la noche a una ciudad cualquiera de la provincia --dice la voz de Daniel Hendler, uno de los tres narradores de "Historias extraordinarias"--. De X no sabemos prácticamente nada (...) No es periodista ni es detective, no es escritor, no es fotógrafo, no es científico. No es nada que pueda suscitar de antemano emoción o interés. Pensemos más bien en un técnico, un inspector municipal o un agrimensor. Algo así".
Mientras X (Mariano Llinás) camina por un descampado y se inicia el Episodio 1 ("El Episodio del Tractor") de los 18 que integran su ambicioso filme de cuatro horas, los espectadores ya sabemos que estamos ante una película inusual. No sólo porque la duración nos hace pensar en una experiencia fuera de lo común, sino porque la puesta de las primeras escenas --planos largos y cuidados, una voz en off que relata con detalles algo que apenas se ve, y a veces aún antes de que se vea-- nos advierten que se trata de un trabajo de ingeniería audiovisual pocas veces visto. Aquí nos van a contar una película. Y nos van a mostrar una película. Y las dos juntas serán una tercera película.
Y eso será apenas el principio de la saga de X, que luego se completará con la de Z (Walter Jakob) y más tarde con la de H (Agustín Mendilaharzu), tres historias que nunca se cruzarán aunque los personajes circulen por zonas aledañas de la provincia de Buenos Aires. X cometerá un crímen, se esconderá y elucubrará tramas extrañas respecto a lo que le sucedió y a lo que le va sucediendo. Z toma un puesto jerárquico, "un trabajo tranquilo" que probará no serlo tanto ya que lo llevará a seguir los pasos de su antecesor en el puesto, lo que implica descifrar mapas con extrañas señales, encontrarse con animales salvajes, viajar a lugares impensados y vivir aventuras románticas y de las otras. H, en tanto, se hará cargo de recorrer el "amplio, manso y tranquilo" Río Salado buscando y fotografiando monolitos, pruebas de un proyecto fluvial abandonado. Andando en su bote se topará con otro hombre en parecido recorrido. Y ambos se encontrarán con otros hombres. Sus viajes han comenzado.
Las historias de la película de Llinás, él lo ha dicho, son meros espejismos, como un gran "McGuffin" hitchockiano que lleva al espectador a descubrir universos, a emprender senderos que se bifurcan y se vuelven a bifurcar por el sólo placer de seguir la aventura. No se sabe de dónde vienen los tres personajes y tampoco se sabe muy bien adónde llegarán, pero el cuento contado por Llinás nos involucra en sus historias gracias a un texto plagado de detalles (tal vez esta película tenga la voz en off mejor escrita de la historia del cine argentino, leída con tono neutro, impecablemente, por Hendler, Juan Minujín y Verónica Llinás), que va descubriendo personajes, comentando situaciones, haciendo acotaciones al margen, jugando, apostando, engañando.
"Historias extraordinarias" es una película de observaciones, un cuento imaginado y contado por alguien que sabe descubrir en cada paisaje, en cada objeto, en cada personaje, el detalle peculiar, único ("una cosa interesante del hielo es que los vientos van produciendo diferentes tipos de hielo", dice un tal Palomeque). A partir de ese texto la película avanza hacia zonas impensadas, descubriendo misterios y revelando en la llanura aparentemente chata de la provincia, edificios extravagantes (la obra del arquitecto Francisco Salamone es clave en el ideario de la película), crímenes masivos, animales salvajes y las mujeres más bellas e intrigantes que esconde el paisaje bonaerense.
El de Llinás es un viaje de ida, de descubrimiento ("otro mundo, una dimensión paralela y sobrenatural"), de transmisión de la felicidad de narrar, de desplazarse, de mirar. Es un homenaje (entiéndase esto con humor y sin nada de pompa) a las rutas de provincia, a los pueblos grises --con sus municipalidades, sus plazas, sus oficinas públicas y sus cementerios-- hecho por un grupo de aventureros que, además de los tres protagonistas y las decenas de actores secundarios, incluye la dirección de arte rigurosa de Laura Caligiuri, la memorable música de Gabriel Chwojnik, la fotografía que aprovecha al máximo las posibilidades del MiniDV de Mendilaharzu, la edición impecable de Alejo Moguillansky y el arma secreta de la producción de Laura Citarelli, capaz de hacer maravillas con los materiales disponibles y un presupuesto escueto.
Las cuatro horas de "Historias extraordinarias" son un acontecimiento para el cine argentino, el nuevo y el viejo, el de ahora y el de siempre. Decir si marcará o no "un antes y un después" de algo sería ponerse a hacer una especie de futurismo de salón que no aporta nada. Por lo pronto, se puede decir, casi parafreseando el tono épico y zumbón de la película, que lo que "Historias..." ha conseguido es fundar, ahí donde parecía no haber nada, un universo de monolitos y de monumentos, de ríos y de botes, de mapas y de viajes, de Napoleones y Carlomagnos, de hoteles y de pasajeros. Con personas que los recorren y otros que cuentan sus desventuras. Y allí hay cine. Y allí hay historias. Y son extraordinarias.
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