4.10.08

Festival de Zurich (Día 3)


"The Hurt Locker", de Kathryn Bigelow, es una de esas películas complejas con las que uno no sabe muy bien qué posición tomar. En cierta medida, se podría decir que se trata de un ejercicio de estilo, casi una abstracción acerca de las diversas posibilidades de morirse en una guerra. En el centro, el filme toma a un grupo de tres "desactivadores de bombas" en la guerra de Irak y los enfrenta a distintas situaciones potencialmente fatales. La expectativa ante cada caso es: ¿por dónde vendrá el ataque?, ¿sobrevivirán?, ¿quién morirá y cómo?

La película de la directora de "Point Break" plantea su búsqueda de entrada al hacer volar por los aires al lider del equipo (un irreconocible Guy Pearce) cuando intenta desactivar una bomba en las calles de Bagdad. El hombre es reemplazado por otro (un muy intenso Jeremy Renner), que representa la hipótesis central de la película: que la guerra es adictiva, como una droga, y que hay hombres que no pueden vivir sin ella, sin el "adrenaline rush" que implica el peligro inminente.

Decía lo de "abstracción" porque la película casi no está contextualizada. Los tres protagonistas casi no se relacionan con el resto del mundo --apenas un par de militares y un niño iraquí--, apenas se hacen menciones políticas y no hay ningún discurso/análisis/debate sobre las razones o motivos de la guerra, ni se hacen tomas de posición sobre nada. A muchos les ha molestado esta parte del filme. A mí, por el contrario, me parece lo más interesante. Sobran las películas que reiteran lo que ya es obvio.

Y no creo que Bigelow lo haya hecho para poder vender su película como una "de acción" y no como una sobre la guerra de Irak. Me parece, por el contrario, que tiene que ver con esa búsqueda estética de hacer una película que transmita la intensidad de los procedimientos de manera visual. Cada escena corta la respiración y deja al espectador tenso esperando algún desenlace inesperado. Y Bigelow siempre se las arregla para sorprenderte.

El talento y la habilidad de Bigelow para construir estas escenas --y para delinear al trío de personajes con pocos trazos, un poco obvios, pero suficientes para una película como ésta-- son obvios, pero uno no puede evitar preguntarse desde que empieza la película --y una persona vuela por los aires en cámara híperlenta mientras el piso tiembla tras el estallido de una bomba-- hasta qué punto no es otra cosa que un ejercicio de morbosidad absoluta el de poner a un espectador frente a sucesivas trampas mortales y ponerlo a adivinar quién cae esta vez.

El filme de Mauro Andrizzi, "Iraqui Short Films", trataba una situación similar a través de registros de video que mostraban la expectación de las milicias ante una explosión o un grupo de soldados que se topa con un atentado. Esta podría ser una versión ficcional --y más acotada-- de esa película. Pero aquí no hay reflexión política, hay pura tensión en la construcción de un escenario mortal tras otro.

Insisto: no me queda del todo claro cómo analizar este tipo de propuestas estéticas. La viví con tremenda intensidad y admirando su virtuosismo visual (la escena del encuentro en el medio del desierto con Ralph Fieness y todo lo que sucede allí es impecable, de antología), pero a la vez un poco irritado por la sensación de estar siendo manipulado hacia lugares a los que no me interesa entrar. No me excita el peligro inminente y no disfruto de ese tipo de inyección de adrenalina mortuoria, pero Bigelow logra ponerte en ese lugar y pasarlo mal. O bien, claro, si en el fondo estás esperando que un par de marines vuelen por el aire en pedacitos...

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