20.10.08
Diario de Viena (Parte 4)
Películas, películas, más películas. Tal vez esté atragantándome por esas casi dos semanas en las que prácticamente no vi cine salvo ese engendro llamado "Burn After Reading" de los hermanos Coen.
La mañana del domingo --tras un desayuno imponente-- empezó con "Cockfighter", extrañísima película de 1974 que dirigió Monte Hellman (el de la extraordinaria "Two Lane Blacktop") y que tiene a Warren Oates como un hombre que maneja gallos de riña. El tipo pierde una apuesta --que incluye su trailer y su chica-- con su archienemigo, encarnado nada menos que por Harry Dean Stanton. Y luego de deambular tratando de recomponer su vida "profesional", lo convencen de entrar en el concurso "Cockfighter of the Year".
La película, producida por Roger Corman (de esas que hacía rápido y a las que seguramente le metió las dos escenas de sexo que aparecen de la nada en medio de la historia) es casi como meterse en una cápsula del tiempo para ver un cine que ya parece no hacerse más: idiosincrático, barato, regional, extravagante, desprolijo, raro. El personaje de Oates no habla en casi toda la película (decisión que tomó tras una serie de reveses), y las situaciones que atraviesa (en especial una pelea con otro gallo entrenado por un jovencísimo Ed Begley Jr., y un robo a un combate armado ¡en un departamento!) bordean lo absurdo. "Cockfighter" tiene mucho de Corman, personajes que parecen salidos del "Nashville", de Robert Altman y una intensidad (y unas caripelas) propia de las películas de Sam Peckimpah. Un objeto curioso, singular.
Nada de eso es el documental de "The Lie of the Land", de Molly Dineen, cuyo único parecido es que también tiene a animales como tema central. Un filme para la televisión --mediocre, de mínimo presupuesto y muy pocas ideas visuales-- cuyo mayor mérito es plantear una idea provocadora y bastante políticamente incorrecta en estos tiempos que corren, y que tiene que ver con cierto doble discurso que hay en Inglaterra acerca de la matanza de animales a partir de la prohibición del clásico deporte de la cacería de lobos.
El planteo de Dineen es que --más allá de "la puesta en escena políticamente correcta" del gobierno laborista--, la cruenta matanza de animales es moneda corriente "y natural" en el campo. Una película que seguramente aplaudirían los pequeños productores agropecuarios argentinos y que terminó en una agria disputa en el Q&A posterior a la proyección entre la directora y una mujer del público, vegetariana, que estaba enojadísima. El asunto concluyó, literalmente, con un clásico "la seguimos afuera..."
Sobre "Los herederos", de Eugenio Polgovsky, me tocará hablar en "Clarín" (se trata de un documental mexicano que estuvo en la Sección Orizzonti en Venecia), pero adelantando algo diré que ver este tipo de documentales sobre la pobreza y el trabajo excesivo de niños del interior de México en una ciudad de la belleza y la elegancia de Viena y con un público que aplaude sofisticadamente la lejana miseria latinoamericana tiene algo de pornográfico y me generó cierta incomodidad. Tal vez no sea la película, pero sí la situación. Aunque no lo sé...
Por último, otra experiencia extraña. El día anterior no había ido a ver la película de Christian Petzold porque no tenía subtítulos. En cambio, "7915 km" (foto), del austríaco Nikolaus Geyrhlater, los tenía. El tema es que como es un filme que transcurre en Africa, los subtítulos eran... en alemán. Lo cierto es que, habiendo visto otra película suya como "Our Daily Bread", que no tenía diálogos (o casi no tenía, no estoy seguro), me imaginé que no sería un gran problema. Pero lo fue. O no. En realidad, me generó una serie de ideas inesperadas mientras la veía.
Resumiendo, en el filme, Geyrhalter sigue la ruta en Africa del rally Paris-Dakar para detenerse en los pueblos por los que pasan los autos: en sus habitantes, sus comunidades y costumbres. Así, el filme va por Marruecos, Mauritania, Mali y Senegal deteniéndose en cada caso. El "problema" es que, además de mostrar imágenes de los lugares y de la gente, el filme tiene más de una docena de entrevistas con personajes de cada lugar. Y mi capacidad para leer el subtitulado en alemán es prácticamente nula. En un momento pensé en irme, pero viendo que la película me interesaba y que tenía la sensación de entender lo que los personajes decían aún sin realmente hacerlo, decidí quedarme. Más allá de dos a los que pude entender más o menos bien porque hablaban en francés --y otros dos en inglés--, el resto de los entrevistados pareció "revelarse" ante mí gracias a una conjunción de imágenes, vestuario, locaciones, situación y, claro, alguna que otra palabra clave que entendía y que me permitía cierta orientación.
Hay algo, evidentemente, en el banco de imágenes, situaciones y discursos ligados a este tipo de escenas y personajes que uno ya lleva consigo, y que hace que pueda sospechar de que hablan los entrevistados aún cuando realmente no entienda casi nada de lo que dicen. Lo cierto es que al salir del cine y hablar con dos colegas que entienden el idioma, fuimos chequeando caso por caso y había entendido prácticamente todo, más allá de perderme algún detalle específico.
De cualquier manera, preferiría no abrir juicios sobre una película vista así, aunque con mi parcial entendimiento parece ser menos interesante que la anterior, cuyo poderío era esencialmente visual, algo que esta película posee --Geyrhalter tiene un gran ojo para componer en un formato tipo Cinemascope y sin casi nunca mover la cámara-- pero en mucha menor medida. Ayer dieron "Una semana solos", y hoy es el día de "Historias extraordinarias".
Más que a mi colega Josefina Sartora, en los tres primeros días no vi a ningún otro argentino por aquí. Decían que Llinás y Quintín estaban por llegar. Tal vez se pusieron a discutirle algo al tipo de Migraciones en el aeropuerto y los dejaron afuera. Es que invitan a cada personaje...
PD: Vi en el desayuno a Llinas y a Quintin (y tambien a Gaston Solnicki): si no paran (paramos) de hablar me voy a quedar sin ver peliculas el resto del festival, me temo...
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