7.6.09
El poster de "El artista"
Raramente suelo hablar de las películas argentinas cuyas críticas no escribo en el diario. ¿Motivos? No sé, muchos o ninguno. En algunos casos porque no tengo demasiado para decir sobre ellos. En otros, porque me parece que lo que salió en el diario coincide más o menos con lo que yo podría decir. Hay casos en los que me gustaría escribir algo y nunca me da el tiempo o no sé cómo empezar o por donde arrancar.
Este es uno de esos. No vi "El artista" en sus pasos previos por festivales (Roma, Mar del Plata, etc.). Tampoco la vi en las funciones de prensa. Recibí, sí, un DVD y la vi en esas condiciones, pocos días antes de su estreno. Luego, cotejando estrenos, gustos y eso, terminó por escribirla Miguel Frías en "Clarín": una crítica con la que coincido, en términos generales.
"El artista" me produjo sensaciones encontradas: la suficiente extrañeza como para prestarle atención a cada plano y cada detalle, pero a la vez un persistente y poco entendible fastidio. Quiero decir: en general tiendo a reconocer bastante fácilmente qué es lo que me molesta en las películas que veo. En algunos casos puedo centrarme en eso, dejar que lo domine todo y terminar por odiar la película. En otros casos, puedo relativizarlo, considerarlo "parte del asunto" y balancear mi sensación frente a la película con otras cosas que me causan placer.
Ejemplo: "Adventureland". Estoy de acuerdo con todos los que dicen que el final --los últimos quince minutos, digamos-- de la película están fuera del registro del resto. Se pone excesivamente melodramática, algo pomposa y redundante. Es cierto. Pero tiendo a aceptar estas convenciones de cierto cine de Hollywood al punto de que las dejo pasar, las justifico, no dominan mi relación con la película (igual, de haber tenido un cuarto de hora final distinto podría haberla calificado como "Excelente", cosa que finalmente no hice y por ese motivo).
Volviendo a "El artista". Algo me hacía ruído en la película pero no podía saber qué. Sentía que estaba plagada de escenas falsas, autosatisfechas, ingeniosas, de una calculada "audacia" de puesta en escena. Pero, a la vez, muchas decisiones narrativas me parecían creativas --simples, claras-- y cada vez que aparecía en escena Alberto Laiseca, en especial los planos de sus manos dibujando, me parecía que "El artista" ofrecía una "verdad" que no tenía en el resto de su metraje. De hecho, mientras la veía pensaba que, de escribir la crítica del filme, tenía que ponerle como título "Las manos".
Hasta que ví el poster. Allí aparece por primera vez lo que se nos niega a lo largo de la película. Suponemos que esos garabatos del afiche es lo que dibuja Laiseca. O tal vez no. Pero es, claramente, algo que podría dibujar su personaje. Lo que me intriga es saber para qué se hizo ese poster y para qué se lo hizo así. Una de las virtudes de la película es que lo que toda la comunidad artística (críticos, curadores, etc.) dice sobre "la obra" puede ser tomado de manera muy libre ya que no vemos nunca los cuadros. Digo, si no sabemos sobre qué hablan, podemos inferir que no necesariamente hay burla o ironía en sus retratos. La película nos deja ese poder de decisión. Y se agradece...
De hecho, cuando vemos a Laiseca, el apasionamiento que pone en cada uno de sus trabajos, su concentración, su pulso dramático, podemos pensar que la alabanza a su obra (aunque adjudicada a Pángaro) no tiene porqué ser una "tontería" del mundillo crítico. Imaginamos --Laiseca logra eso-- que el tipo es realmente un genio escondido en un neurosiquiátrico.
Pero cuando aparece el poster la multiplicidad de sentidos desaparece y estamos ante una situación similar a la de la sobrevalorada obra de teatro "Art". Parece tratarse de un garabato sin mayor interés, por lo que todo lo que se dice sobre él en la película suena ridículo, impostado, pomposo, falso. Así, el filme se torna burlón, irónico, canchero: todas consideraciones que habían logrado mantener "a raya" a lo largo de la película.
Tomando en cuenta el grado de "ingenio" que se supone que hay detrás de "El artista" uno podría suponer que también el poster es otra broma o elemento agregado para confundir un poco más al espectador, una nueva posta en la cadena de sentidos de la película. Es decir: lo que se ve ahí no tiene porqué ser la obra de Laiseca. Es un guiño más, de los tantos que hay en el filme (de hecho, no me extrañaría que fuese una obra celebrada de algún artista que desconozco). Pero de ser así, también la experiencia se disminuye, porque da la impresión de que, entre la verdad de las manos de Laiseca y la escritura formal de la película, Cohn/Duprat parecen definirse por la forma. Y así, hasta las manos de Alberto parecen ser simplemente otro recurso escenográfico más de la película. Y su sufrimiento personal una "nota" más de su partitura visual.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
5 comentarios:
el poster es de León Ferrari aunque no sé qué conclusiones sacar al respecto.
¿Pero es una obra de Ferrari o es algo que hizo especialmente para el poster de la película?
Creo que lo hizo especialmente para la película. De hecho hay como una cantidad de reproducciones limitada (o algo así)que fueron regalando. A mí me gusta mucho pero no puedo decir más que eso. Y sí, uno puede imaginar que es lo que hace Laiseca.
No se, me parecía que buena parte de la gracia de la película residía en no saber muy bien qué era lo que hacía el personaje de Laiseca... Más allá de que a uno le pueda o no gustar lo que hizo Ferrari para el poster.
Dudo sobre si analizar el póster tiene sentido....y, personalmente, las críticas a los críticos me parecen bastantes claras. Snobs que en lugar de reflexionar, citan, otros que encuentran cualquier situación para adecuarla en un marco "artie"....
A mi, lo que no me convenció fue la actuación del impostor (no recuerdo su nombre), ya que noté demasiada forzada su caracterización....
Saludos!
Publicar un comentario