14.11.08

Diario de Mar del Plata - Parte 2


Salí corriendo de una cena para llegar con tiempo al cine Ambassador a ver "Les plages d'Agnes", la nueva película de la francesa Agnes Varda. Imaginaba que, siendo uno de los nombres reconocidos del festival y tomando en cuenta que la daban en la pequeña sala 3, iba a ser difícil conseguir un lugar. Entré diez minutos antes de la función y no habría más de veinte personas. Al empezar, llegaron unos cuántos más, pero no habrán superado los 50.

Uno bien podría decir que el horario de las 23.30 no es el más concurrido, pero lo cierto es que se trató de la cuarta película que vi en el día de ayer con poco público. Arranqué temprano con la argentina "Gallero", de Sergio Mazza, en el Colón; seguí con "Vil romance", también argentina de José Campusano en el Auditorium; la tercera fue "A zona", del portugués Sandro Aguilar; y la última, la de Varda.

Otra posible excusa: era un día hermoso, soleado, de 30° de calor, ideal para ir a la playa. Pero me encuentro con que mis colegas me dicen que casi todas las funciones del festival han estado así, que la gente no ha respondido pese a que la programación no ha cambiado, ni bajado el nivel, de los últimos años, y que hay bastantes títulos interesantes para ver, especialmente para aquellos que no han ido a festivales en el año.

¿Qué es, entonces, lo que sucede? Algunos opinan que el cambio de fecha fue una mala movida (en marzo hay un contingente turístico de adultos sin hijos en edad escolar que ocupa muchos lugares), otros que no se promocionó lo suficiente en la ciudad, otros que nadie vino de Buenos Aires, otros que el calor, otros que las funciones gratis sacan gente a las pagas y otros, como yo, no entendemos bien qué está pasando. De hecho, la explicación más convincente para mí por ahora es la de la retracción del consumo como consecuencia de la crisis económica.

Una de las claves tanto de Mar del Plata como del BAFICI es que el público responde. Esa respuesta les sirve a los programadores para seguir tomando riesgos a sabiendos de que el público está allí, acepta propuestas cada vez más fuertes. Cuando un festival empieza a perder gente, las consecuencias no suelen ser positivas. Y muchos nos preguntamos cuáles serán esas consecuencias luego de esta edición.

En lo cinematográfico, personal, debo decir que me llevé cuatro relativas decepciones en la jornada. Relativas, digo, porque no es que las películas que vi fueron malas, sino que no estuvieron a la altura de todo lo que me habían dicho de ellas. Y, se sabe, cuando uno llega con altas expectativas, la frustración está a la vuelta de la esquina.

En rápido resúmen, "Gallero" la vi con cierto agrado. Más allá de sus tres o cuatro escenas oníricas incomprensibles, la película de Mazza es como una mezcla de "El romance del Aniceto y la Francisca", de Leonardo Favio, con "Japón", de Carlos Reygadas. Y me refiero más a la trama que a los logros. La película es correcta, parte de esta nueva Academia de la Contemplación del cine argentino y no tiene demasiados aspectos criticables. Pero a la vez da la sensación de que uno ya vio esta película, con distintas variantes, decenas de veces.

Eso no sucede en "Vil romance", la película argentina más comentada y festejada del evento hasta ahora. Esta historia de una dura relación homosexual en una zona densa del Gran Buenos Aires tiene muchísimos puntos a favor (temáticos, sociales, narrativos) pero tiene algunos serios problemas actorales que, para una propuesta que apuesta al realismo sucio como ésta, saltan a la luz y molestan bastante. Más allá de eso, se trata de una película de una intensidad y una crudeza que le hacían falta al cine nacional, aunque en ese tono sigo prefiriendo "La sangre brota", de Pablo Fendrik.

Me habían hablado de Sandro Aguilar como "la nueva esperanza del cine de Portugal". Producida por la compañía de Miguel Gomes, "A zona" es un filme extrañísimo, visualmente subyugante y narrativamente inpenetrable, centrado en varias historias ligadas a la muerte en torno a un hospital. Un poco a la manera de Teresa Villaverde, Aguilar crea climas ominosos y densos con un gran talento para la composición de cuadros y el plano detalle. Pero da también la sensación de excesivo regodeo, de preciosismo compulsivo.

¿Qué decir de la película de Varda? Me pareció simpática, me agradó verla, la pasé bien aunque se me hizo un poco larga. Pero lejos estoy de considerarla "una obra maestra", o algún otro de los comentarios que escuché acá. Es un filme menor para ella, algo narcisista (u ombliguista), con algunos momentos decididamente flojos y otros muy simpáticos. Al poner la cámara sobre ella --y no en ella en relación a otros--, me da la impresión de que su cine se torna excesivamente autoreferencial. De cualquier manera, hay más cine en quince minutos de Agnes que en la mayoría de las películas que vemos semana a semana. De eso no hay dudas...

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