El asunto es más o menos así. Digamos que desde hace tiempo que uno puede sentir, como decía cierto escritor clásico, "que algo huele a podrido en Dinamarca". Marchas, contramarchas, caras largas, fastidios comentados por lo bajo. Aún antes de la realización de su última edición, no todo marchaba sobre ruedas en el Festival de Mar del Plata. Pero esto se puede decir de cualquier festival: todo puede estar tremendamente mal en su interior, pero si la sensación que la gente se lleva del festival es positiva, todo eso se olvida rápidamente, o se esconde bajo la alfombra.
Acá no fue tan así, ya que el festival no salió del todo bien. Una de las medidas que se decidió tomar (y de las que habla Liliana Mazure en esta nota que publiqué hoy en "Clarín") fue la de dar una mayor participación en la organización a Mar del Plata, ya que daba la impresión de que la ciudad le había dado la espalda al festival. Los reales motivos no los sabremos nunca (internas políticas, cuestiones personales, de dinero), pero lo cierto es que todo terminó en un clima algo triste, con varios miembros del equipo fastidiados, sin concurrir a la ceremonia y recibiendo señales de que no iban a ser tenidos en cuenta para el año próximo.
En los papeles uno podría hablar de una decisión de cambiar el tipo de programación --algunos decían que se estaba pareciendo demasiado al BAFICI--, pero yo intuyo que los motivos son algo más profundos y complejos de dilucidar. Tal vez cada nueva dirección quiera tener a su propia gente y ese sea el motivo de los cambios. O no. Nunca logré entender del todo al INCAA. Nunca.
Lo cierto es que después del festival, de a poco, se fueron empezando a saber las novedades. Que Peña se iba, que se iba, que se fue. Y que varios programadores eran desplazados a otros sectores del INCAA, que a otros se los dejaba elegir si continuar o no en un modelo de festival que nadie sabe muy bien cuál es, pero que da la impresión que será más acotado y con una programación más tradicional, nacional y, acaso, latinoamericana. De hecho, que el INCAA haya organizado un Mercado "posterior" a Mar del Plata y en Buenos Aires (en vez de hacerlo allí y durante el festival), invita a pensar de que el evento empezó a perder peso en esa organización.
Así, entonces, se fue Peña, la productora Virginia Petrozzino se pasó al Mercado (se supone que la producción del festival correrá por cuenta de los marplatenses) y la gran mayoría de los programadores se irá al terminar sus contratos (otros ya se fueron y otros pasaron a otras dependencias del INCAA), como Pablo Mazzola, Martín Maisonave, Mariano Goldrob, Eduardo Flores Lescano, Mauro Andrizzi y alguno más que ahora me estoy olvidando.
Quedan algunos, claro, junto a la figura señera de José Martínez Suárez. El festival, como pueden leer en la nota de "Clarín", es una incógnita que empezará a resolverse cuando el nuevo ente tripartito (INCAA, provincia de Buenos Aires, Mar del Plata) empiece a dar señales de qué es lo que hará en la próxima edición.
Se habla que serán sólo cien películas, en su mayoría argentinas y latinoamericanas. El INCAA dice que aportará sólo dos millones de pesos y que el resto saldrá de las otras dos patas del festival. ¿Quién sabe qué pasará? Lo único que queda claro es que Mar del Plata parece haber sido un festival renacido de una manera complicada hace ya trece años y que, por diversas circunstancias, nunca logró levantar cabeza, aún cuando hace unos años daba la impresión de que estaba empezando a lograrlo.
¿Habrá nuevo director artístico? ¿Sabremos qué será de la vida del festival? Imagino que sí, que en algunos meses tendremos más claro lo que se viene. Permítannos no ser del todo optimistas. Tenemos casi quince años de "experiencia marplatense" como para dudar del asunto. Ojalá nos equivoquemos.
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