5.2.09

Algunas ideas sueltas sobre "Benjamin Button"


Volví a ver, la otra noche, "El caso curioso de Benjamin Button". Viniendo de un cineasta que, en general, suele gustarme, me daba la impresión de que merecía una segunda oportunidad, e igualmente cinematográfica como la primera (sólo que esta vez con subtítulos, lo cual ayuda tomando en cuenta el gangoso acento de Louisiana de muchos de los personajes).

Y siguió sin gustarme. Al menos, no del todo.

Me parece que Fincher se deja dominar por el guión de Eric Roth y que su interés está más puesto en las proezas técnicas (maquillajes, efectos digitales, reconstrucción de época) que en la de insuflarle algo de vida que no sea del todo artificial a la película. Tengo la impresión, también, de que hay una buena película escondida en toda esa épica de peripecias "forrestgumpianas", pero que nadie se atrevió a tomar el toro por las astas y limpiar de un plumazo todos los sobrantes.

Digo, tras una primera media hora simpática en la que la sola existencia de un personaje como Benjamin Button, con su proceso de envejecimiento puesto en reversa, da pie para que prestemos atención a las curiosas situaciones que se presentan, la película entra en un recorrido incierto, moroso, contado con el tono de cuentito de cuna y que tampoco mejora con la cara de susto permanente que tiene Pitt maquillado de viejo. Al contrario, todo se torna sedativo, insulso, lleno de esas pequeñas moralejitas-Roth (el colibrí, "you don't know what's coming to you", el sentirse "bicho raro" entre los demás, la mujer bella e inalcanzable a la que tendremos pero perderemos, los viajes en barco, los amigos "raros") que ya hemos visto, bueno, ya saben cuándo. Y eso que yo me reconozco fan de "Forrest Gump". O al menos lo fui en aquel momento: no volví a ver la película desde entonces.

Y ni hablar del mal gusto oportunista de enredar todo en el huracán Katrina: una utilización repulsiva de un desastre nacional sólo para aportar una ligera metáfora sobre la fugacidad de las cosas, la impermanencia de todo, etc, etc.

Promediando la película me parece que surge una historia que vale la pena contar, una en la que la metáfora del crecimiento inverso de Button cobra fuerza. Y es la relación de él con Daisy, una vez que Benjamin regresa de sus viajes y la reencuentra. Me parece que una historia de "crecimientos inversos" en una pareja es mucho más aplicable como metáfora a experiencias que todos atravesamos, que supera el jueguito anecdótico de la edad física de cada uno de los personajes. No importa que uno envejece y el otro rejuvenece: allí hay una historia para contar sobre dos personas que van hacia lados diferentes en la vida. Y un par de escenas del filme --Pitt reconociendo que se tiene que ir y dejarla, ella reconociendo finalmente, y con dolor, la imposibilidad de seguir juntos-- en el que se siente que esa otra película podría haber estado bien, y que las metáforas acerca de "aprovechar el momento" y "disfrutar mientras dura", tendrían algo más de sentido emocional y menos de sermón.

Hay momentos de belleza y emotivos, aquí y allá, en la película. Pero uno no puede evitar sentir la sensación de oportunidad perdida, de película empantanada en el fárrago de 160 minutos de los cuales tal vez hasta una hora sea innecesaria. Una pena...



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido con vos en la mayor parte de los conceptos, a mi la parte tecnica de rejuvenecimiento me distrajo del resto de la película, estaba más pendiente de eso que de la historia. Si me gusta la parte de su relación con Tilda Swinton.

Si volvi a ver Forrest Gump después de muchos años y no pierde nada de su encanto, al contrario, se realza en comparación a las nuevas historias que nos cuentan ahora, por ejemplo, Benjamin.

Caro dijo...

Estimado Diego,
Qué lindo sería tener el tiempo suficiente para volver a contemplar una obra de arte todas las veces que lo merece. En definitiva, Button es una película sobre el tiempo, o sobre los “destiempos”, como bien marcás, de esos que tristemente complican las perspectivas de la pareja, del amor, mucho más allá de la edad biológica. Mi segunda visión de Button me convenció un poco más que la primera; hay puntitas que Fincher podría haber desarrollado si no le dedicara tantos minutos al asunto de Katrina y las densas escenas con la Blanchett moribunda. Es cierto, Forrest Gump campea por todo el relato, pero hay algo de la historia de EEUU que se cuela, desde el mismo instante en que el relojero ciego se lamenta por los hijos que mandaron a la muerte. Benjamin nace cuando termina la Primera Guerra, cuando el Imperio yanqui se impone sobre el mapa. Y el padre de Button dice en un momento, casi con culpa: “La guerra ayudó a la industria de los botones”. Una autocrítica solapada que Fincher no jugó a fondo, no fuera cosa de hacerla demasiada política. En fin, vale la pena, aunque sea por la secuencia con Pitt y Swinton, impecable. Saludos.

Esteban dijo...

Entre las casi tres horas que dura, los kilos de maquillaje y el parecido con FG (absoluto: el relato, las secuencias históricas, la relación con ella, sólo las aleja -apenas, falsamente- el reemplazo del banco de la parada de bus por una cama de hospital) me senté a verla hecho una pelota de prejuicios, seguro de que al final del camino (del larguísimo camino) la iba a odiar.
Y resultó que no. Más allá de la moralina/lugar común/golpe bajo que todo el tiempo revolotea pero pocas veces llega a concretarse (eso es muy cobarde, creo) coincido en que algo late ahí. Había una buena película. Como había un gran disco en El Salmón, o un excelente disco en Honestidad Brutal (por citar ejemplos calamarescos que me vienen rápido a la mente). Si tan sólo hubieran pasado bien la escoba antes de cerrar.

Matías Orta dijo...

A mí me encantó. Fincher y Pitt, dupla demoledora!!!


M