11.4.10

BAFICI: "La famille Wolberg", de Axelle Ropert


Me sucede algo en este BAFICI que pocas veces me había pasado antes. De toda la programación había visto anticipadamente, o al menos había leído cosas, de unas 70-80 películas. Otras tantas me sonaban conocidas, pero apenas. Pero hay una inmensa mayoría que me resultan desconocidas. Es por eso que, por momentos, entro al cine sin saber muy bien con lo que me voy a encontrar. Pero luego de un par de frustraciones, uno termina yendo a ver algo de lo que, al menos, tenga una referencia.

No recibí muchos comentarios sobre "La famille Wolberg" cuando se presentó en la Quincena de Realizadores en Cannes. De hecho, me había olvidado que se pasó allí. Y la elegí sólo porque era de la guionista de uno de los filmes más simpáticos que vi en los últimos años: "La France", de Serge Bozon. Y Bozon actúa en la película y hasta hay una escenita con la melodía ya clásica de aquel filme. Y música elegida por él. Nada, puras referencias que podían terminar siendo inútiles.

En "La familia Wolberg" hay algo del cine de Bozon, pero más se puede pensar como un combo liviano entre Wes Anderson y Arnaud Desplechin. La película de Ropert puede no ser tan buena como "El primer día del resto de nuestras vidas" o "Los excéntricos Tenenbaums", pero sin duda bebe de similares fuentes: familias disfuncionales con padres muy peculiares, una selección musical tan buena y elegante como oscura (gemas no tan famosas) y unos diálogos y estilos actorales bastante ampulosos y cuasiteatrales.

Los Wolberg son padre alcalde de un pueblito, personaje excesivo en todo sentido, más odiado que amado; esposa que esconde su descontento; hija adolescente con síntomas "Holden Caulfield" de sorna y rebeldía intelectual e hijo confundido en las alianzas familiares que surgen en el relato. Bozon encarna al tío, el rebelde de la familia, que odia a su hermano y no teme dejarlo en ridículo en público. De todos modos, hay algo en Simon (el padre/alcalde) que lo torna humano y sensible: será su preocupación constante por todos y cada uno de los habitantes del pueblo, su amor por la música soul o su personalidad con aristas tan insólitas: lo cierto es que, cuando se tejen las alianzas de la destrucción familiar, uno comprende a cada uno de los personajes.

La película tiene decenas de escenas inolvidables: graciosas, tiernas, dramáticas, y a veces todo eso junto al mismo tiempo. Alguna subtrama no convence y corre las cosas de eje por momentos, pero esta curiosa familia judía francesa se me terminó haciendo tan querible como difícil de olvidar.


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