Les debe haber pasado más de una vez de estar en el cine viendo algo supuestamente muy divertido y que a uno no le causa nada de gracia. Y que, cuanto más la gente se rie, más uno se irrita: con la película y con la gente. Eso me pasó con "El ambulante", documental argentino en la competencia internacional que, sin duda, tiene destino de éxito comercial (dentro del marco de los documentales argentinos, claro, sin contar los de Enrique Piñeyro) y de candidata a premio del público en el BAFICI. No se trata de una mala película. Es, al menos para quien escribe estas líneas, una producto menor, bastante convencional, algo por debajo de lo que uno espera para las películas argentinas en competencia internacional.
La historia que cuenta el filme es la de un hombre, sesentón y bonachón, que recorre pueblos de la Argentina instalándose en ellos por un mes y, a cambio de hospedaje y comida, filma una película sobre el lugar en la que actúan los pobladores. Si ni fuera por la cara de "buen tipo" que el tal Daniel Burmeister tiene, uno diría que es un chanta de temer.
Pero a nadie parece ocurrírsele esa posibilidad en esta película que mira a este hombre con una suerte de halo. Burmeister va con su cámara al pueblo, convence a autoridades a participar y a los habitantes a actuar y monta una película al estilo "Saladillo": hecha con, para y por los vecinos. Es claro que el producto cinematográfico es menor (por lo menos, eso parece), pero eso es lo de menos: el trabajo del hombre es de inclusión social, o algo así. Como en "Estrellas", pero en el interior del país.
Gran parte de la "gracia" del filme se va en ver a Daniel y los habitantes "actuar" en la película en una trama imposible. Es cierto, no hay burla ni ironía, pero hay algo cercano a la condescendencia que es también potencialmente irritante. Por momentos, la diversión de la platea (la de "El ambulante" y la de la película que Burmeister filmó, cuando la presenta al público del pueblo) me hace acordar a la que tenemos los padres cuando vemos a nuestros hijos actuar en una obra del colegio. Es lógico que a ellos les cause gracia ver a amigos y familiares en la pantalla. Que nos cause gracia a nosotros es un poco más banal.
Con esto sólo quiero decir que me pareció una película menor, inofensiva, bastante mecánica en su armado y sin husmear mucho en ese personaje. Tampoco me interesa suponer que se trata de un chanta (de hecho, una parte mía sigue pensando que se trata de un personaje inventado por los directores de la película y que no existe, lo cual haría algo más curiosa la cuestión aunque igual de convencional), pero en el fondo no me interesa demasiado lo que cuenta, y la gracia del "blooper" -o similares situaciones- me parece poco original.
Me cuesta creer que no había mejores primeras y/o segundas películas para la competencia internacional. O me hace suponer que las otras son muy "hardcore cine arte" y esta la pusieron un poco para compensar.
1 comentario:
Me permito discrepar, con todo respeto. Creo que "El Ambulante" es un auspicioso trabajo. Yo lo sentí así la noche de aquel sábado en el Abasto.
Un filme que obtura con firmeza y decisión la lógica mercantil y fácil de los dueños de las estéticas dominantes en la industria del cine. Y es también una incursión muy mandada en la voluntad y el coraje de quienes le ponen el cuerpo a las adversidades en búsqueda de su propia voz narrativa.
Otro acierto: los directores son absolutamente respetuosos del espíritu errante y artesanal del protagonista. Y con el leiv motiv de Atahualpa, "Piedra y camino"... ¿qué mas?
"El Ambulante" es una grata invitación para el público a ser parte de esta experiencia inédita. Un premio merecido.
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