7.4.10

BAFICI: Entrevista completa a Isaki Lacuesta, director de "Los condenados"


Aquí, en bruto, como se dice, la entrevista hecha por email a Isaki luego del empate de Barcelona con el Arsenal en el partido de ida. Imagino que hoy estará exultante. No por la nota, obvio, sino por los cuatro goles de Messi.



Por qué te interesó contar esta historia? Más allá de la anécdota específica, cuál era la pulsión -el tema, el eje- que te mantuvo interesado en ella todo este tiempo?


Es una película sobre las razones que empujan a alguien a tomar la decisión de matar a una persona para defender una idea. Necesitaba tomarme un tiempo de reflexión personal para pensar cómo me hubiera gustado actuar a mí de haberme encontrado en determinadas circunstancias: creo que nos resulta completamente imposible saber cómo hubiéramos reaccionado en el lugar de otros, pero sí podemos sacar conclusiones sobre lo que nos gustaría haber hecho. Sobre este mismo tema, me inquietaba comprobar cómo entre los años 50 y 70, la lucha armada contaba con un amplio consenso social, mientras que hoy en día hemos pasado al extremo opuesto, de tal modo que en Europa y Estados Unidos está absolutamente deslegitimada. Me interesaba pensar qué había ocurrido entre medio para explicar este cambio. Por eso, me gusta insistir en que es una película que habla sobre el presente y la lucha por el futuro más que sobre el pasado.


Decidiste no dar nombres específicos de organizaciones guerrilleras (a excepción de ETA) pero quisiera saber si investigaste específicamente sobre la historia de los grupos guerrilleros latinoamericanos y/o argentinos en los 70 y que fue lo que más te sorprendió al respecto? Qué libros?


Esa decisión la tomamos precisamente para intentar concentrarnos en un dilema moral de carácter personal, y no colectivo. Eso permite al mismo tiempo que sea extrapolable a distintos contextos, y de hecho, nos hemos encontrado con distintos espectadores para los cuáles la película habla sobre Chile, Argentina, Uruguay o el País Vasco. La única referencia explícita que se hace en la película es a ETA, y lo hice como una referencia al origen de mis preocupaciones sobre la lucha armada, y para recordar que la película no pretende hablar sobre un pasado lejano, sino también sobre el aquí y el ahora español. La documentación fue una mezcla de conversaciones con personas que fuimos conociendo y de lecturas entre las que se mezclaban libros de ficción y ensayos, como “La voluntad” (un libro imprescindible) o “Sobre la responsabilidad”, la recopilación de artículos alrededor de la polémica suscitada a partir de los textos de Óscar del Barco y Héctor Jouvé. Nos sorprendió encontrar que muchas situaciones planteadas por Joseph Conrad en sus textos sobre los movimientos guerrilleros previos a la revolución rusa eran idénticas a las vivencias que nos contaban sobre la Sudamérica de los años 60 y 70. Ya no es que caigamos dos veces en la misma piedra, sino que la piedra debemos ser nosotros mismos.


Al elegir actores argentinos y trabajar con ellos, seguramente notaste diferencias entre la forma en que la historia revolucionaria es "narrada" aqui, cual es la épica "de los '70", en relación a como se la cuenta en España, especialmente en relación a ETA. ¿Qué te sorprendió más de cómo los argentinos recuerdan (recordamos) y analizan (analizamos) los '70?


La diferencia substancial es que en Europa estos debates son casi siempre pura especulación teórica, estética o arqueológica, mientras que en Argentina siguen siendo conflictos vivos.


Tomando en cuenta esas diferencias, ¿tuviste que adaptar tus ideas narrativas a la realidad local, aceptar sugerencias, hacer cambios? ¿Cómo fue el trabajo con el guión y los actores?


Acostumbro a trabajar de forma muy abierta a los cambios, por lo que aceptar las sugerencias de los demás ya forma parte del proceso habitual. En este caso, los actores (¡y los técnicos!) con quienes trabajamos fueron de una generosidad extraordinaria. La estructura general y la intención del guión que escribimos con Isa Campo no cambió, pero todos ellos lo enriquecieron muchísimo con los múltiples matices que nos aportaron, tanto antes como durante el rodaje. Tuvimos largas sesiones de discusión que fueron indispensables. Además, al principio había que superar un reparo evidente que ellos me planteaban: ¿qué hace un español de esta edad hablando de estos temas que no le corresponden? Había que superar el viejo prejuicio de que existen temas propios y temas ajenos, y trabajamos juntos, codo con codo, para que la película funcionara tanto para un espectador que quiera hacer de ella una lectura concreta, como para quien prefiera ver un tono más cercano a la fábula.


¿Qué expectativas tenés respecto a lo que puede suceder con la película aqui? ¿Qué tipo de debate imaginas?


El proyecto de esta película empezó a cobrar forma a raíz de mi primer viaje a Buenos Aires, con motivo del Bafici 2003, por lo que para mí será como cerrar uno de los muchos círculos de esta historia. Imagino que Los condenados será más polémica en Sudamérica que en Europa, donde el debate se vuelca inevitablemente siempre hacia la estética, incluso cuando hablamos del dolor. Así que estoy preparado para recibir todo tipo de comentarios, y me conformo con que nadie caiga en la trampa de descalificar la película a priori por el origen de su director.


Contame un poco de las condiciones de rodaje en el Perú...


El rodaje en Perú fue una aventura bastante desquiciada, aunque ahora ya podamos recordarla con cariño. Nos encontramos serpientes venenosas, dengue, amenazas con arco y flechas, bacanales de pisco... Por suerte, los técnicos peruanos fueron de los mejores que he tenido nunca. Al vivir todos tan lejos de casa, fue extraordinario poder compartir esta experiencia con el equipo. ¿Se imagina a Juana Hidalgo en la selva? Hay que ser tan grande como ella para aceptar este trabajo de locos.


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