4.4.09

BAFICI: Balance de cine argentino


Es habitual que haya que cortar notas para que entren en los espacios del diario en el que escribo. Pero ayer fue bastante más importante el recorte que lo acostumbrado. Asi que aquí va la nota completa, original, probablemente un 50% más larga de lo que se publicó. Cosas que pasan...


De las cuatro mejores películas argentinas vistas en BAFICI –“Todos mienten”, de Matías Piñeiro; “Excursiones”, de Ezequiel Acuña; “Iraqi Short Films”, de Mauro Andrizzi y “Castro”, de Alejo Moguillansky--, sólo una pertenece a la Competencia nacional. Desparramado en varias secciones, el cine argentino 2009 ofreció pocas sorpresas, pero una innegable solidez. Solidez que no es técnica ni debe ser confundida con corrección. Al contrario, dentro de un cine cada vez más difícil de agrupar estéticamente, lo que se destaca es un nivel promedio que siempre ronda o supera lo aceptable. Uno sabe que, al ver una película argentina en el BAFICI raramente se topará con algo impresentable.


Si hubo algunas tendencias, la principal podría ser el surgimiento ya a pleno de la nueva generación de cineastas de la Universidad del Cine, apostando cada vez más a un estilo que presenta una serie de paradojas: si bien se las puede acusar de herméticas y literarias, son las películas más lúdicas, divertidas y visualmente creativas del cine nacional. Con la referencia ineludible de Mariano Llinás (coproductor de ambas y cuya “Historias extraordinarias” se ha transformado en su “Ciudadano” por sus variadas influencias), los filmes de Piñeiro y Moguillansky funcionan dentro de un universo de citas, pero hacen con ellas algo original, al punto de crear un mundo paralelo de actores, de formas del habla y de excelencia de puesta en escena.


Pero cada una se distingue por méritos propios y una voz específica. El primero continúa con la temática de “El hombre robado”: apropiarse generacionalmente de la historia política y literaria argentina del siglo XIX de manera juguetona, transformando a unitarios y federales en temas propios de enredos románticos. Dentro de un estilo que deja ver influencias de cierto cine francés de los 60, la maestría visual de la película –tal vez el mejor uso del plano secuencia en el cine argentino reciente—sorprende y marca un salto de calidad respecto al primer filme. En el filme de Moguillansky –editor de muchas películas de la FUC — reaparece la influencia de Godard y Rivette, y la idea de que cada plano es un trabajo casi coreográfico, pero el tono es de comedia absurda y disparatada. Sin embargo, las tramas de engaños y secretos, y los actores similares, las hacen películas hermanas.


No tan lejos está “Excursiones”, aunque en un formato más accesible y directamente emocional. Al filme del director de “Nadar solo” –en el que, caramba, actúa Llinás— lo une a aquellas películas los actores del teatro off y el uso musical del diálogo, pero su estructura es más clásica. O, por ponerlo de otra manera, más Truffaut que Godard. “Entrenamiento elemental para actores”, de Martín Rejtman y Federico León, es un telefilme que es pariente de aquellos títulos. Uno podría suponer que Piñeiro, Moguillansky y Acuña han escuchado las clases del profesor de teatro que la protagoniza (además de ver todo el cine de Rejtman) y trabajan sus filmes bajo esas directrices.


El caso de “Iraqi Short Films” es diferente: un documental con material encontrado que shockea y sorprende, en un estilo que recuerda a Harun Farocki. Y también, por lo arriesgada, se puede destacar “La risa”, de Iván Fund, que encuentra una forma visual adecuada para el tema de su película que, finalmente, más que una noche de borrachera es la amistad.


Además, Perrone entrega un trabajo muy sólido y uno no tanto (“Bonus Track” y “180 grados”) en el inicio de una nueva trilogía sobre adolescentes, sobra buen humor en “8 semanas” y Pablo Agüero supera algunos excesos de verborragia para crear una tierna pieza de cámara en “77 Doronship”. Entre las películas nacionales vistas (que no fueron todas), hay méritos repartidos en “La madre”, de Gustavo Fontán, “Cocina”, de Gonzalo Castro; “Plan B”, de Marco Berger y “Tekton”, de Mariano Donoso. Todas películas con debilidades, pero que dejan claro que los directores más independiente siguen siendo el motor creativo del cine nacional. Y que no es buena idea ponerle piedras en el camino a los que recién empiezan.



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