8.4.09

Algunas ideas y muy pocas conclusiones con respecto al BAFICI (Ultima parte)


De todos los campos de la crítica en la Argentina, al menos en los últimos quince, veinte años, la de cine fue siempre la que menos concesiones ha hecho a la industria. Sólo basta revisar las críticas musicales, las de teatro, las de televisión y, especialmente, las literarias, para notar que dentro del universo crítico, al menos en la Argentina, los que escribimos sobre cine siempre hemos mantenido una buena distancia respecto de los materiales sobre los que trabajamos y, en algunos casos, también de los creadores de dichos materiales.

Es cierto que, con el recambio generacional en ambos rubros (cineastas y críticos) se creó una serie de nexos y afinidades, relaciones establecidas, en principio, a partir de una serie de coincidencias estéticas que de alguna manera “hermanaban” en sus búsquedas a los cineastas y a los críticos. Esta relación no ha sido siempre feliz ni ideal. Tener una cierta amistad, conocimiento o al menos una buena relación entre críticos y cineastas (especialmente cuando en la Argentina, a diferencia de otros países del mundo, los mismos críticos somos periodistas, entrevistadores, redactores y en algunos casos también editores) ha hecho que muchas veces la zona de la crítica quede borroneada, o puesta en duda. Digámoslo de otro modo: "si van a tomar un café juntos, ¿cómo le va a escribir una crítica en contra?"

De hecho, una de las cosas que más nos molestaba a los críticos de la generación que empezó, como el Nuevo Cine Argentino, en los años 90, era que las relaciones de amistad entre los críticos y los cineastas que nos precedían generacionalmente, hacían que cualquier película argentina sea bien tratada en la prensa. Esto, da la impresión (al menos es lo que escucho en muchos lados) estaría sucediendo nuevamente. La relación entre críticos y cineastas forjada a lo largo de esta década y pico de renovación en el cine nacional impediría que nosotros (los críticos) seamos completamente honestos en nuestro trabajo.

Vayamos por partes. No se puede negar que en el pequeño micromundo que es el cine argentino nos conocemos casi todos. Pero a la vez, al menos hablo de mí, salvo con muy pocas excepciones, no me considero amigo de ningún realizador. Es decir –de vuelta, salvo dos o tres casos que luego nombraré-- nunca fui a cenar a la casa de ninguno, ni voy a sus cumpleaños, ni nos vamos de vacaciones juntos ni planeamos encontrarnos los fines de semana.

Sí, tenemos en muchos casos una buena relación, una cierta intimidad lograda a partir de años de cruzarnos aquí o allá (más en los viajes por festivales que en Buenos Aires), algo de confianza y ciertas afinidades. Pero amigos, no. Eximo de esto a un par porque los conozco hace años, desde antes de convertirse en cineastas, como Ezequiel Acuña o Juan Villegas, que era (es) crítico. Podría agregar a otro que "juega a dos puntas" como Paulo Pécora, colega de Télam y pequeño gran realizador.

Pero no me genera ningún inconveniente escribir una crítica mala sobre la película de un realizador que conozco. Obviamente seré todo lo cuidadoso que me sea posible ser (lo hago casi siempre) y explicar claramente los motivos de mi rechazo, pero no representa para mí un gran problema ni tengo necesidad de congraciarme con ellos, ni recibo prebendas de ningún tipo por tratarlos bien.

Sucede que, a diferencia de las películas de algunos cineastas de generaciones anteriores que recibían excelentes críticas cuando --al menos en nuestra opinión-- se trataban de títulos impresentables, no me cuesta defender los títulos de cine argentino que me parecen interesantes y que están hechos por realizadores que conozco. Me gustan la mayoría de las películas de Pablo Trapero, las de Lucrecia Martel, las de Lisandro Alonso, las de Martín Rejtman, las del "Taller Llinás" y las de la mayoría de los cineastas de la (ya no tan) nueva generación. No hay un "espíritu de cuerpo", no hay una "coalición" ni una "defensa corporativa". Simplemente son películas que --algunas más, algunas menos, otras pocas nada-- me interesan.

No veo que la relación entre cineastas y críticos tenga que ser de complicidad y complacencia. No creo que tengamos que aplaudir por aplaudir, para mantener viva la llama del Nuevo Cine Argentino. Si las películas fallan, esas fallas serán analizadas. Y si nos resultan aplaudibles, serán aplaudidas.

Tampoco creo que la relación entre cineastas y críticos tenga que ser de combate permanente. Especialmente si no existe una necesidad real o películas que lo motiven. Si a un crítico le parecen detestables, pongamos, "Castro" y "Todos mienten", que lo escriba, pero que no suponga que quien no comparte esa opinión es complaciente o cómplice de los directores en una mentira generalizada.

Respecto a lo escribió Mariano Llinás en el blog de Quintín, creo que da para una larga discusión y entiendo que este tipo de espacio no es el más adecuado para sostenerla. Llinás se despacha con una frase como para encender la polémica. Cito:

"En cuanto a la recurrencia a conceptos tales como “Factoría Llinás”, “Grupo Llinás” o el “Taller” recientemente acuñado, me limitaré a decir lo siguiente: Creo que restringir un cuerpo de películas y cineastas a la hipotética influencia de uno de sus integrantes, constituye no sólo un rasgo de pereza crítica sino una falta absoluta de respeto por esos cineastas y por esas películas. Quien crea que películas de la complejidad de “Castro” o “Todos mienten” pueden acotarse a unos supestos rasgos de estilo derivados de factorías o talleres, o a los designios de un quimérico mandamás (¡Dios mío, amigos, y ese Mandamás sería yo!) demuestra a mi criterio una incapacidad analítica lindante con la irresponsabilidad y la falta de ética."

Caramba! Si bien es cierto que ese tipo de reduccionismo (lo que Llinás llama "pereza") existe en la crítica desde hace tiempo, hay una lógica para que eso suceda. Se crean categorías un poco arbitrarias (el NCA, el NNCA, lo que sea...) con el objeto de reducir una serie de rasgos estéticos a unas categorías que sean algo más accesibles para el lector, de la misma manera que se crean otros motes (nuevo cine asiático, indie americano, postpunk, electro, nu-metal, lo que sea) para agrupar productos relativamente similares y ayudar al consumidor a ordenarse en un mundo lleno de opciones de consumo cultural.

Nadie dice con esto que todas las películas del NCA son iguales, ni que las del "Taller Llinás" sean iguales, ni que las bandas de "new wave" sean idénticas. Solamente se identifican rasgos en común. Y es innegable que, más allá de las obvias diferencias que existen en las películas que Llinás cita, hay también muchas similitudes, empezando por el elenco y pasando por un montón de referencias, modos del habla, cuestiones de puesta en escena, de tono y hasta de humor. Sí, claro que hay diferencias, y muchas. Pero digamos que cualquiera puede notar la evidente relación entre ambas si las compara, digamos, con el resto de las películas argentinas presentadas en el BAFICI.

Hablar de falta de ética de la crítica me parece muy poco atinado, por no decir una acusación burda y casi irresponsable. Si bien es cierto que el papel de Mariano Llinás como "quimérico mandamás" de este universo puede haberse exagerado un poco, también debería admitir que él mismo ha estado al pie del cañón, poniéndose al frente de las películas (especialmente "Castro", de la que es productor y coeditor) y cargándoselas al hombro para defenderlas. Es cierto que, acaso por su personalidad, verborragia y cierta fama, es utilizado como referencia más de lo que debería (yo escribí por allí que el nexo en común me parecía más Fillipelli que Llinás, y sé también que en el universo de "los chicos de la FUC" no todo es maravilloso ni son un club de boy-scouts en el que están todos unidos), pero son consecuencias con las que tendría que aprender a convivir. Nadie habla del "taller Mendilaharzu", por más que Agustín esté involucrado en casi todas las mismas películas. ¿Será porque tiene un perfil más bajo?

Creo ya que es hora de dejar que las emociones, exasperaciones, fastidios y apresuramientos del BAFICI den paso a un análisis más tranquilo y mesurado de lo que sucedió, de las películas que vimos y sacar, finalmente, algunas conclusiones algo más dignas que el cotorreo y el "Celebrity Death Match" en el que se ha convertido el mundo "blogger" estos últimos días. Con esto, creo, me despido del tema BAFICI por un buen rato.

Bah, al menos eso espero...


1 comentario:

José Luis dijo...

Sería bueno poder participar de todos estos debates y polémicas, pero para nosotros desde en interior del interior es casi imposible alguna vez llegar a ver alguno de estos films, así que solo nos queda leer los comentarios y nada más...A provechen la oportunidad que tienen y no polemicen tanto.