18.3.10

Festival de Punta del Este - ¿Renovación en el cine brasileño?


Uno puede alegrarse cuando se encuentra una película como “Los famosos y los duendes de la muerte”, de Esmir Filho, y siente que algo está cambiando en la ficción brasileña, acaso la cinematografía que se reconvirtió menos en esta última década de renovación del cine latinoamericano, más allá de alguna que otra excepción (Karim Ainouz o Marcelo Gomes, cuya obra maestra conjunta “Viajo porque preciso, vuelvo porque te amo”, está también en el festival, aunque no puede definírsela del todo como ficción). Sin embargo, esta película premiada en el Festival de Río de Janeiro, no es verdaderamente una revolución sino, más bien, la adaptación local de una serie de formatos ya probados del llamado “cine juvenil”.

Al transcurrir en una zona de Brasil que no se ve habitualmente en el cine (una pequeña colonia alemana de Rio Grande do Sul), lo primero que llama la atención es el cambio de escenografía y personajes: frío, poca luz, chicos rubios. Y la música original que remite a los cantautores norteamericanos (cantan en inglés) y un leit-motiv musical que no es otro que del propio Bob Dylan, una elección acaso algo incongruente para los personajes y la generación que el filme retrata.

“Los famosos…” es una de esas historias de adolescentes incomprendidos que viven en una ciudad sin contacto con el mundo. Blogs, internet, videítos caseros subidos a la red, fotologs, etc: así tratan de superar el aburrimiento y la depresión de la vida allí. O imitando el sonido del tren pasar. O fumando “maconha”. O, bueno, poniendo cara de estar actuando en una película del Gus Van Sant de la primera época (“Mi mundo privado”, especialmente) o pensando que del otro lado hay programadores del Festival de Sundance.

El gran problema del lugar es la ola de suicidios. Pero Filho no transforma el asunto en un drama social convencional. Maneja otro registro: descriptivo, onírico, trata de crear el clima para entender porqué esas cosas pasan. Hay dos amigos, una madre, un “enemigo” que acecha desde las sombras, el sueño de ir a ver a Dylan y la sensación de que buena parte de lo que vemos bordea lo irreal, el sueño, la pesadilla.

Por eso, lo agradable de apreciar esa diferencia con la gran mayoría del cine de ficción de Brasil (Ainouz y Gomes también trabajan un registro, si se quiere, impresionista) no quita que la película sea algo remanida narrativamente, pretenciosa formalmente, obvia en algunos de sus planteos (un puente funciona como metáfora de casi todo) y con esa depresión glamorosa que a mí, al menos, me fastidia horrores. Pese a lo que plantea en su texto la película, con sus imágenes da la impresión de que suicidarse termina siendo algo cool y apto para un videoclip tristón de un cantautor como Elliott Smith o Jay Bennett.

“Los famosos y los duendes de la muerte” es una película meritoria y más cuando uno se topa con el director, que parece recién haber cumplido los 21. Es, acaso también por la edad, una película muy referencial, deudora de sus mayores, de influencias evidentes. Se puede suponer que, en unos años, ya más despegado de esas “lecturas”, su propio cine empiece a tomar forma y a crear, sí, un estilo cinematográfico personal. El mundo a retratar parece tenerlo. O, al menos, entenderlo.

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