La película de Lucrecia Martel era una de las más esperadas de Cannes, al menos para cierta parte de la cinefilia internacional, que la tiene en su más alta estima. No sólo hablo de argentinos. Muchos de los más importantes críticos del mundo creen que Martel –y, también, Lisandro Alonso, aún más respetado por la crítica, si se quiere, más intransigente-- están entre los mejores cineastas del mundo.
Y, a la vez, se sabe que el cine de Martel (y el de Alonso, claro) deja a mucha gente perpleja. Las suyas son películas que crecen con el tiempo, cuando se las digiere, se las analiza, se las vuelve a ver. Por eso tampoco hay que olvidar que, fuera del ámbito especializado, la competencia de Cannes es cubierta por millares de medios y periodistas internacionales que tienen, si se quiere, una relación algo más casual con el cine. Y a los que, en su mayoría, lo que hace Martel les parece la obra de un ente del espacio exterior.
Martel divide aguas y las volvió a dividir en Cannes. El mini escándalo que se armó aquí –y que viajó, via online, de ida y vuelta a Buenos Aires-- fue a partir de un par de personas que abuchearon la película en la proyección de prensa. Estando ahí fue muy obvio: los “buu” llegaron de tres o cuatro personas y no se tranformó jamás en un coro. De hecho, comparando con otras proyecciones de prensa en las que he estado en las varias veces que estuve aquí (Pedro Costa y Apichatpong Weerasethakul tienen récords de abandonos), no muchos espectadores se fueron en medio de la película y no fue un abucheo importante.
Pero lo cierto es que una agencia de noticias no tuvo mejor idea que enviar un cable del tipo “Abuchean película argentina en Cannes” describiendo el asunto como algo masivo y generalizado. Y eso pronto se publicó en todos los “punto.com” imaginables (tanto de sitios como de diarios y revistas) generando una bola de nieve que se hizo mucho más grande de lo que era.
Por la noche del martes, los argentinos que están aquí (incluyendo los productores de la película, claro) recibían llamados telefónicos desde Buenos Aires preguntando qué había pasado. Y los que habíamos estado en la función eramos los únicos que podíamos dar testimonio.
Pero daba la impresión, por más que uno aclarara la situación, que “el daño ya estaba hecho” y que no había forma de repararlo, ni aún con las buenas críticas que la película probablemente tendría (y digo probablemente porque no es seguro que sea así) en el mundo. Un par de personas abuchean, algún colega quiere tener una historia para impactar desde su cobertura, y un pequeño desastre viral se ha creado.
Ante cada pregunta, mi respuesta era la misma. Sí, algunos abuchearon. No, no fue generalizado. Y siempre repetía que cualquier conclusión respecto a la recepción de “La mujer sin cabeza” había que tenerla cuando se conozca el grueso de la “masa crítica”. Pasó con “La ciénaga” en Berlin 2001, pasó con “La niña santa” aquí en 2004: ambas fueron recibidas discretamente, con más frialdad y confusión que verdadera excitación. Y ambas se convirtieron, para muchos, en grandes obras. Lo mismo, estoy seguro, pasará con ésta, una nueva obra maestra de Lucrecia. Una película, en mi opinión, mejor que “La niña santa” y que, si me corren un poco, les digo que también es mejor que “La ciénaga”.
4 comentarios:
Gracias por traer un poco de claridad, Diego.
Muy bueno el post, cuando lei los titulares en los diarios no entendía nada. Un abrazo y muy bueno todo el blog.
Yo tampoco entendía, y está bueno tener un relato en primera persona sobre lo que pasó en esa función.
¿Tendrá algo que ver con este "pequeño desastre viral" que se haya postpuesto el estreno en Buenos Aires?
Muy bueno el blog, te dejo el link del mío, también de cine:
www.laconversacion.wordpress.com
No me extrañaría que sea el motivo de la suspensión del estreno. Eso, la falta de premios y cierta frialdad crítica los dejaron muy apenados. Una lástima, porque la peli es genial...
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