26.1.09
Damien Rice (La Trastienda, 25 de enero)
Hace unos cinco años había estado escuchando mucho el disco "O", del irlandés Damien Rice. Confieso que esas canciones acústicas, confesionales, emocionales e íntimas, muchas veces me pueden, más allá de que note los truquitos y trampas para atrapar al oyente desprevenido. No sólo la conocida "The Blower's Daughter" --de hecho, cuando se hizo famosa por la película "Closer" terminó por cansarme, algo así como una versión "grown-up" del "You're Beautiful", de James Blunt--, sino temas como "Delicate", "Volcano", "Cold Water" y especialmente "Cannonball". Pasó el tiempo y me olvidé de Rice. Sacó otro disco en 2006 ("9") que me interesó muy poco y sí escuché un poco más su álbum en vivo, "Live From The Union Chapel" (Link).
De hecho, me enteré a último momento que venía y decidí ir a verlo dos días antes, por nostálgico que uno se va poniendo con el tiempo. Y el show fue realmente bueno. Una vez superado el caótico "seating arrengement" que se dispuso en La Trastienda (quisieron configurarlo como un teatro, pero se les complicó), Rice subió al escenario solo con su guitarra y entregó una actuación notable.
El tipo, dijo luego, estaba de vacaciones por América del Sur y decidió pasar por acá y tocar. Le dijeron que enero era pésimo porque no había nadie, pero el lugar estaba lleno por un público algo extraño, al que definiría como una mezcla entre turistas y gente que no suele ir a ver demasiados conciertos de rock. Sabían las letras de memoria, se reían con sus historias en inglés. No sé, tal vez contrataron a un par de escuelas bilingües para llenar la sala...
Lo de las vacaciones viene a cuento porque Rice no trajo nada más que su guitarra. No había otros instrumentos, ni pedales, las luces eran mínimas y cuando se le rompio una cuerda a su guitarra se tomó cinco minutos para cambiarla solo. Pero me da la impresión que eso agregó al clima del show: íntimo, desprovisto de esas cuerdas y efectos que a veces "engolosinan" sus canciones, crudo, efectivo, emocional, gracioso.
Hizo todos esos clásicos que nombré y otras canciones más nuevas. Dos grandes momentos fueron cuando hizo apagar todas las luces para cantar, si no recuerdo mal, "Cold Water" (corríjanme si fueron y me equivoco), la que enganchó con pasajes del "Hallelujah", de Leonard Cohen (sí, es de Cohen, no de Jeff Buckley...) y el otro cuando cantó "Cannonball" con los micrófonos apagados. Si bien la acústica de La Trastienda no es ideal, la potencia de su voz trascendió esas limitaciones.
No me interesó tanto el jueguito de hacer subir gente al escenario a cantar coros ni la "actuación de irlandés borracho" que hizo al final para cantar una canción, cabaret-style. Pero fueron pequeños, para mí, deslices, en una noche que me sorprendió y que me pareció por momentos brillantes.
El tipo no será un gran guitarrista --cuando intentó hacer algo distinto a su rasgueo habitual la pifió feo--, pero toca su instrumento con una pasión y una potencia que terminan invadiendo los sentidos del espectador. Y su voz es su gran elemento: la maneja como quiere, estirando y deformando las frases, acercándose y alejándose del micrófono, pasando del susurro al grito casi desesperado y volviendo enseguida.
Un gran show que pasó así, casi por lo bajo, en una Buenos Aires en la que parece no estar pasando nada...
PD. La foto no es del show de acá... es que era tan íntimo todo que me molestaba ver los flashes de los que sacaban fotos y filmaban todo el tiempo, y preferí abstenerme.
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