3.10.10

Diario de Bogotá: Parte 3


Con un desequilibrio estomacal antológico, pero ya cómodo en la ciudad y en mi poco usual rol de “profesor” –no es la primera vez, pero no lo hago seguido--, Bogotá me sigue mostrando su cara más amable y entradora, de las que te empiezan a atrapar de a poco. En un punto, como me sucedió cuando conocí el DF mexicano, Bogotá no es un ciudad que impacte visualmente desde la belleza, sino que se empieza a apreciar al vivirla, al compartirla, al conocer algo más que su fisonomía externa.

Creo que ni hace falta aclarar, a esta altura, la amabilidad de los colombianos, si bien ninguna de las tres personas con las que comparto la mayor parte del tiempo son de esta ciudad: hay dos costeños y una paisa, como dirían aquí. Dos del Caribe (“corronchos”) y una de Medellín (la “paisa” en cuestión) que, claro, no se ahorran sus críticas a los “cachacos” (o “rolos”, ya me pierdo con los gentilicios internos), como se los llama a los locales de Bogotá porque aquí, parece, la rivalidad entre las zonas es "tenaz".

Más allá de las clases –que sigue, aparentemente, funcionando muy bien--, el asunto se está convirtiendo en una exploración de todo tipo: gastronómica, musical, cinematográfica y, obviamente, de la actualidad de un país que no deja de dar noticias permanentemente.

Lo primero que llama la atención en Bogotá al desprevenido (no es mi caso, porque pese a no haber venido nunca conozco a unos cuantos locales) es que suele ser fría, nublada y montañosa. Esto no es el Caribe ni mucho menos y hay quienes aseguran que la personalidad de los “cachacos” es, también, más fría y menos “rumbera” que la de los costeños/caribeños. Pero esas diferencias casi no se notarán: al lado de la mayoría de los porteños, cualquiera es el colmo de la amabilidad.

A la vez, la militarización presente en la ciudad, con soldados armadísimos en casi cada esquina, y con dos o tres chequeos de seguridad para entrar al cuarto de hotel, dejan en evidencia la tensión y la violencia con las que se vive, cotidianamente. “Voy por la calle que no roban”, me dice Yenny cuando me avisa que me pasa a buscar por el hotel para ir a una cena, como si fuera un comentario al pasar y hasta con humor. Al principio cuesta entenderlo del todo, pero en un punto esa forma de convivir con cierto grado de violencia y peligro lo termina naturalizando, lo pone en el discurso de una forma muy distinta a la nuestra, donde “la inseguridad” se transforma en un tema completamente desfasado de su incidencia real. Nuestro “miedo mediático” se torna cinematográfico, si se quiere. Acá se lleva de una manera curiosa: se sufre, pero no se lo inflama.

De hecho, una de las charlas más interesantes del Taller surgió cuando hablábamos de cine colombiano y la forma en la que se trata la violencia en relación a cómo se la trata en otros cines. Y esa “naturalización” de la presencia de la violencia hace que el cine la pueda tratar de una manera no impostada ni hiper-dramatizada, al punto que se hacen comedias con el tema, algo que sería casi impensable en la Argentina.

Determinados taxis, determinadas zonas, determinados horarios: las restricciones son inevitables, como las recomendaciones de por donde ir y por donde no, a qué horas, etc, etc. Todo está presente, pero desdramatizado. Tengo la sensación de que en Buenos Aires, con mucha menor tensión, gran parte de los porteños viven con muchísimo más miedo.

De lo que podría hablar en profundidad también es de gastronomía, pero no ahora, por motivos que quedarían obvios si les cuento todo lo que comí hoy y que me impide siquiera la posibilidad de tipear la palabra “arepa” sin empezar a sentir revoluciones gástricas.

Un tercer ítem a explorar --tal vez en otro momento con más detalle-- es del “trucholandia” local, que en cierto sentido tiene que ver con mi experiencia en Perú y otros lugares de América latina. Para los que creen que la piratería en Buenos Aires es endémica, dos minutos por las calles de Bogotá les dejarán en claro que lo nuestro está todavía en el chiquitaje. Un lugar como San Andresito, una suma de tiendas en la que se vende de todo, legal o ilegal (en cierto sentido similar al Polvos Azules limeño), permite comprar “trucho” lo que se te ocurra. En mi caso, claro, fue simplemente tratar de ir al local de DVD de cine arte y llevarme unas 20 películas que son inhallables o muy difíciles de encontrar en Buenos Aires.

Para los que me preguntaban vía Twitter qué cosas había comprado en un local llamado Mullholland Drive (excelente), acá va la lista. Y podría haber comprado cien más. Traté de buscar cosas que no había visto, creo (pelis de Pialat, Garrel, Marker, Maysles, Ospina), otras que no tengo, creo (Resnais, Visconti, Ozu), recuperar mi perdida copia de “Shoah” y tener la Caja del Grupo Dziga Vertov, de la que vi sólo algunas cosas. Nuevas? Sólo la de John Woo, porque me da tremenda fiaca bajarla, conseguir subtítulos, etc…

La que más me dolió no poder llevarme fue “Francisca”, de Manoel de Oliveira, que el tipo la tenía en lista pero finalmente no estaba, o no la encontraron. Y era, probablemente, la que más me interesaba de todas.

Aquí va la lista, curiosos…

-“Le coeur fantome”, de Philippe Garrel

-“The Beales of Grey Garden”, de David & Albert Maysles and Ellen Howe (Criterion)

-“Ludwig”, de Luchino Visconti (2 DVD)

-“Providence”, de Alain Resnais

-“Red Clif I & II”, de John Woo (2 DVD)

-“An Autumn Afternoon”, de Yasujiro Ozu (AKA “El sabor del sake”)

-“Un día en la vida de Andrei Arsenevich”, de Chris Marker

-“Nosotros no envejeceremos juntos”, de Maurice Pialat

-“Shoah”, de Claude Lanzmann (se la presté a alguien, no recuerdo a quien, o alguien se la llevó de mi casa y nunca la recuperé) 4 DVD

-“Fotofijaciones”, de Luis Ospina

-Colección Jean-Luc Godard y el Grupo Dziga Vertov (4 de los 5 DVD, les faltaba uno, el de “Un Film Comme les Autres” (Una Película como Cualquier Otra) pero sí tengo “Pravda”, “Vent D’Est”, “1Pm (One Parallel Movie)”, “Ici et Ailleurs” y otras.

El “creo”, honestamente, es porque a esta altura no estoy muy seguro de que vi y de lo que tengo. Mi memoria me juega trucos raros, como dicen por ahí…



1 comentario:

Nacho dijo...

"La memoria me resulta complicada. No me acuerdo ni de las cosas que leí" cantaba Spinetta en los 70, en su primer disco solista. En tu caso sería, de las cosas que vi, o que tengo.

Muy entretenido el diario. Leí los tres días seguidos (hacía un rato que no entraba al blog) Combinación ideal de cine, thriller y el estómago abierto de América Latina.

Por mucho diario más.