Escribo sentado en el lobby del Hotel Tequendama. En una hora, pasan a buscarme para llevarme al aeropuerto. Creo que no lo había comentado antes, pero la ciudad de Bogotá está en obra vial hace meses (más de un año, tal vez), por lo cual las rutas y caminos están cortados a cada paso y obliga a hacer desvíos increíbles para llegar a lugares en apariencia cercanos. La combinación del tráfico de la hora-pico y estos cortes que dejan por sectores sólo un carril para llegar al aeropuerto me generan una cierta ansiedad. Salgo con tiempo, igual, pero eso no nos calma a los ansiosos, sépanlo.
Lo de las “vueltas” obligadas por la ciudad tuvo este mediodía su momento más curioso, ya que mientras buscábamos un restaurante nos pasamos de largo una cuadra por la zona de La Candelaria (digamos, la Ciudad Vieja) y regresar al lugar nos obligó a dar una vuelta tal que, con tráfico incluido, nos retrasó 20 minutos. Aquí, por más vueltas que haya, no es muy usual que te bajes a una cuadra de tu destino: el taxista o chofer insistirá en dejarte en la puerta. Además, bueno, llovía a cántaros.
De cualquier manera lo bueno de “la vuelta al perro”, además de conocer ciertos sectores “de mala fama” de la ciudad que todavía no había conocido, sirvió para conocer a otro de los personajes “amigos” de Frank Patiño. Es que Frank, la persona de Audiovisual del Ministerio de Cultura que me invitó a dar las charlas, es un “costeño” bastante chistoso y conoce increíbles personajes que parecen sacados de películas tipo “El tigre de papel”, de Luis Ospina: sujetos cuyas vidas y personalidades son tan peculiares que uno siente que son, en el fondo, ficticios y le están contando un cuento.
Frank asegura que no, y gracias a su habilidad y memoria para recordar anécdotas, logré conocer la historia de un inmigrante irlandés que hace cuatro años que vive en el país y que jamás estuvo con una mujer porque –asegura Frank—es un obsesivo con el tema de que cada uno se pague lo suyo, una costumbre que a las colombianas le resulta más que una falta de respeto. Y es así que “el man” se ha ganado la fama de solitario, si bien aparentemente es un candidato más que “apetecible” y que, insiste Frank, aquí existe el concepto básico que “el que no coge es porque no quiere”. O porque no quiere pagar…
Como todas las historias, ganan en la voz y las subhistorias que se desprenden de ella, por lo cual el irlandés “pajero” pasó a ser uno de los míticos personajes de las historias de Patiño. Aunque no tanto como otro, cuyo nombre me han pedido reservar y que tiene una vida realmente de no creer: practicó todas las profesiones, vivió en todas las ciudades, tiene todas las peculiaridades y obsesiones imaginables, años de cárcel siendo inocente, exilios internos y externos y unos cuántos etcéteras. De todas ellas, tal vez una de sus anécdotas más hilarantes es la de haber viajado a México con una docena de huevos duros y tres latas de atún en la valija para alimentarse allí durante la estadía (seis días), más parece por obsesivo/compulsivo que por falta de dinero. Y eso, claro, es sólo el principio del increíble anecdotario de un hombre que está pidiendo una película sobre su vida…
Con mi estómago cochambroso prácticamente me salteé la cena del domingo (una Ensalada Cesar en el cuarto) y terminé quedándome dormido viendo fútbol por TV. Aquí aparece otra de las particularidades de este viaje: en un canal daban Boca, en otro daban River, y así. Daba la sensación de ser un domingo a la noche en casa, sin demasiadas diferencias. De ahí a la transmisión clásica de ESPN y canales como Fox terminaron transportándome en un segundo a Caballito desde la medianoche de Bogotá.
Para una próxima entrada quedará algo, que llevo pendiente hacer hace mucho y que nunca encuentro el tiempo, que es hablar de MAD MEN. Me dormí temprano y me desperté obviamente mucho antes del horario de clase, por lo que aproveché para ver el episodio 11 de la cuarta temporada de la serie y convencerme que es la mejor ficción que se produce actualmente en los Estados Unidos, sea cine o televisión. Un episodio impactante, para ver varias veces y que me sigue disparando reflexiones que, espero, poder volcar para cuando termine esta temporada de la serie.
Sin desayunar –eso les deja claro la gravedad de mi estado- fui al cuarto y último día “de clases”, que funcionó, tengo la impresión, muy bien, revisando los últimos trabajos escritos para luego analizar ahí mismo “Reyes y reina”, de Arnaud Desplechin, que había sido, digamos, una “tarea para el hogar”, para de ahí pasar a hacer un veloz repaso por la historia de la teoría cinematográfica y recomendar unos cuantos textos centrales –académicos, pero también críticos—que, sentí yo, servirán para dar un respaldo teórico, y para disparar una serie de preguntas, a un montón de personas que están haciendo sus primeras armas en la crítica de cine y que, por lo general, apoyan y centran su pasión por esa tarea únicamente en la cinefilia más o menos compulsiva. La idea es seguir en contacto los próximos meses, enviando y recibiendo cosas, links, textos y viendo si se logra generar algo que, me aseguran casi todos, aquí casi no existe: una renovación generacional de la crítica cinematográfica.
El resto del día incluyó un almuerzo con Adelfa Martínez Bonilla (la directora de Cinematografía del Ministerio, algo así como la Liliana Mazure de Colombia), un paseo por La Candelaria, bastante limitado por la persistente llovizna, más y más café Juan Valdez –seguramente el motivo principal por el que escribo cantidades y cantidades de líneas cuando llevaba meses casi sin pasar los 140 caracteres del Twitter, a excepción de mi trabajo en el diario—hasta llegar a este momento, antes de partir.
Seguramente luego podré reflexionar más y mejor sobre la experiencia, con el tiempo y la distancia necesarias. Lo que me queda en claro ahora es que, tras ese comienzo complicadísimo y caótico, todo fue mejorando y saliendo casi a la perfección. Lo que también me queda claro es que, a diferencia de Quintín y Flavia, dos veteranos especialistas en hacer Diarios de Viaje, a mí me resulta muy incómodo darme cuenta que tanto los organizadores como los alumnos, en este caso, están leyendo lo que yo escribo in situ. Pudor, vergüenza, discreción: no sé cómo llamarlo. Lo cierto es que escribir aquí sobre alguien a quien describí en la entrada anterior como “la paisa en cuestión” y que ella me salude y se anuncie como “hola, habla la paisa en cuestión”, me resulta bastante extraño. No estaba ofendida ni nada, se trataba de una broma, y hasta le pareció una buena idea usarlo como nickname en algunos sitios de Internet, pero a mí me genera una enorme incomodidad, especialmente cuando uno cuenta cuestiones del tipo personal y no se centra tanto en análisis cinematográficos, de los que uno está acostumbrado a recibir respuestas y reacciones, pero con los que les es posible tomar distancia.
Sabemos que Quintín y Flavia tienen esa capacidad extraña –especialmente él—para decir cualquier cosa sobre cualquier persona y luego enfrentarla y saludarla como si tal cosa. Yo, que ni siquiera había dicho algo negativo sobre la experiencia (bah, respecto al festival en sí, pero en lo desastroso que es coinciden todos los consultados), ni tampoco fui demasiado “personal” en mis referencias, me sentí como invadiendo una zona que acaso no me corresponde.
Tal vez, más adelante, si continúo explorando la posibilidad de hacer Diarios de Viaje en los que el cine sea un tema secundario y en el que las actividades cotidianas sean el centro, debería encontrar una forma en la que esa incomodidad no aparezca. Digamos, en un festival de Qatar, donde nadie hablará castellano. O al regresar a Buenos Aires, cuando no tenga cerca a nadie que me salude una mañana habiendo leído lo que escribí sobre él mismo la noche anterior.
1 comentario:
Hola, pienso que sería muy bueno que continuaras poniendo por escrito todas estas vivencias y cultivaras el arte de elaborar Diarios de viaje. Das a los que nos quedamos en casa la posibilidad de viajar con la imaginación por las callecitas de Bogotá (desde hace 3 años, vía MSN me hice de 2 amistades colombianas y sé de sus vidas a través de fotos y nuestras charlas messengeneras) Me encantó todo lo que leí en tu Diario de Bogotá.
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