21.10.10

"Red social/The Social Network", de David Fincher (crítica - versión completa)


Versión completa, bastante más larga, sin editar y con algunas diferencias (la versión publicada fue modificada por razones de espacio, además de simplificada y alterada por mí en varias partes). Aquí, la versión del diario. La que sigue, será, calculo, un 50% más larga.

Por Diego Lerer

Las intenciones de David Fincher y de su guionista Aaron Sorkin eran claras: construir, con la historia del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y las disputas legales que surgieron de esos improbables inicios, una suerte de Ciudadano contemporáneo. Los elementos están ahí: el trauma iniciático, la soledad del multimillonario, el intento por ingresar a un mundo “ajeno”, la puesta en escena armada a partir de testimonios (la historia, tanto en el clásico de Orson Welles como aquí, está relatada por testigos de los hechos, de manera indirecta) y la idea de los costos que implica la creación de un imperio.

Pero el filme de Fincher es más modesto en su ambición temporal –es apenas el inicio de la carrera de Zuckerberg, hoy de apenas 26 años- y también estética, manteniéndose desde lo visual siempre funcional al relato y sin intentar replantearse la idea de puesta en escena en cada plano.

Las comparaciones son odiosas y más si esta dupla tiene el “tupé” de mirar de frente a la habitualmente considerada como la mejor película de la historia. Y si en esa partida pierde con Welles, hay otra en la que el filme revela sus mejores armas: “Red social” es una película acerca de su época, un relato fiel –en ritmo, en estilo, en comprensión del comportamiento de sus criaturas- a la historia que cuenta.

Resumiendo una trama algo compleja, el filme se centra en Mark (Jesse Eisenberg, en una actuación perfecta por su contención y su rigurosidad) y los inicios de Facebook, a partir de una ruptura sentimental que lo llevaron a inventar un website en el que se comparaba la belleza, o no, de las estudiantes de Harvard. El éxito de ese website lo llevó a ser convocado por dos hermanos (los Winklevoss), pertenecientes a la elite socioeconómica de esa universidad, a la que Mark (un chico judío, nerd y poco sociable, un outsider en esos mundos de privilegio) no podía ingresar, para armar otra página que conectara a los estudiantes privilegiados de allí.

Pero Zuckerberg, un genio de la programación, empieza a pensar en grande y toma esa idea para crear The Facebook (así se llamaba al principio), una red social que crece y crece a niveles insospechados y pronto sale de Harvard y del mundo de las universidades. Su gran colaborador en la tarea es Eduardo Saverin (Andrew Garfield, el nuevo Hombre Araña), acaso el alma del filme, el que le otorga un grado de humanidad que el mecanizado y aparentemente insensible Zuckerberg no tiene. Veremos, en paralelo, que entre ellos todo terminó mal y que él, además de los blondos mellizos de estirpe, le están haciendo millonarios juicios.

“Red social” tiene una pátina de thriller empresario que recubre lo que finalmente es: una suerte de cruda, pero nunca cruel, mirada a una generación obsesionada por los contactos más que por las relaciones, por la “pertenencia” más que por los afectos, en donde el dinero, la notoriedad y la posibilidad de ser “aceptados” es central.

Y si bien el guión de Sorkin –veloz, sagaz, lleno de frases recordables- pinta a un grupo humano con el que resulta difícil sentir empatía (Justin Timberlake como el fundador de Napster, Sean Parker, le otorga gracia y brillo a un papel bastante maquiavélico), el real logro de Fincher (Zodíaco, El club de la pelea, Pecados capitales) es reflejar cierta empatía por esos personajes tan brillantes como obsesivos, tan talentosos como solitarios, incapaces de comunicarse y, tal vez por eso, necesitados de fundar un sitio de Internet que les evite ese problema en la vida real.

Fincher ha demostrado en su carrera su comprensión por ese tipo de personajes apasionados y autodestructivos, y es gracias a él que Zuckerberg nunca es un monstruo, sino un chico confundido, sobrepasado y llevado por falta de carácter, inseguridad y acaso por una imposibilidad por entender ciertas complejidades del género humano (no por nada su ductilidad con las máquinas es inversamente proporcional a su torpeza e insensibilidad cuando el que está enfrente suyo no es una máquina) a ganar el paraíso de los billones y, a la vez, a perder a la poca gente que, en el mundo no virtual, lo tomaba en cuenta.

“Red social” –la amplitud de connotaciones del título deja en claro las posibles metáforas de la película- no es un filme sobre Facebook en el sentido de la experiencia del usuario. Si bien se habla de sus funciones, poco y nada de su estructura se ve en el filme. La red, si se quiere, es otra: la que liga y a la vez separa lo virtual de lo real. Cuando la experiencia humana se torna medible y cuantificable (en cantidad de amigos o de billones, es lo de menos), este notable e intenso filme parece querer decirnos que algo de lo que llamamos humano se nos escapa. O que, tal vez, lo que esté naciendo sea una nueva era, una en la que ciertas nociones del siglo XX –el espacio público, el humanismo en el sentido más tradicional del término- esté terminando para dar paso a un nuevo tipo de persona. Persona que hoy nos resulta, por un lado, distante y temible. Pero que, a la vez, sentimos reconocible, cercana, parte de la gran “red social”.


No hay comentarios.: