11.11.09

Diario único desde Mar del Plata


Al tiempo que esto se publique estaré subido a un ómnibus volviendo a Buenos Aires desde el Festival de Mar del Plata. Seguramente desde allá resumiré las películas de las tres competencias sobre las que no escribí, agregaré otras vistas acá de secciones paralelas y, espero, actualizaré lo que vaya sucediendo en el evento.

Imagino, igual, que no habrá mucho que actualizar. Esta edición del festival resultó, para mí, la más curiosa y extraña que recuerdo desde que empecé a venir, allá por 1996. De alguna curiosa manera, tal vez se parezca a esa primera ocasión, con menos gente pululando aquí y allá, con un grupo de críticos más pequeño con los que juntarse a cenar, sin casi eventos, fiestas, galas, industria, invitados, actores, estrellas. Un festival con gente en las salas pero sin gente en los pasillos. Con tiempo para almorzar y cenar, con pocas películas para ver (al menos en mi caso, que vi todo lo que podía ver previamente) y con mucho tiempo pasado en el hotel viendo más DVDs.

Un festival parco, desabrido, seco. Sin onda, sin vida, sin sentimiento, sin corazón. Pero con películas, con charlas, con amigos, con reencuentros. No logro definir, a horas de partir, la experiencia marplatense y lo que quieren hacer con el festival. Volver al hotel después de cenar pasada la medianoche y encontrar el lobby del Hermitage vacío es, digamos, raro. No es que uno desee el regreso de 200 invitados que estaban ahí por obra y gracia de ser amigos de alguien y sin nada que hacer más que comer y beber gratis. O tener que tardar media hora para desayunar por el tiempo que se perdía saludando gente y respondiendo a la pregunta: "¿qué viste? ¿qué vas a ver? ¿hay algo bueno?" Pero de ahí a desayunar en un salón con cinco mesas ocupadas y un silencio de ultratumba hay una distancia grande.

Si el achicamiento del festival está directamente relacionado con una proporcional reducción de presupuesto, puedo entenderlo y aceptarlo. Pero por lo que leo, la reducción porcentual es mucho menor en lo monetario que en lo aparente. Tal vez gastaron 30 por ciento menos, pero luce como si hubiesen gastado 70 por ciento menos.

Todo me descoloca. No deseo que vuelvan los fastos menemistas del festival, pero al menos conservar cierta idea de evento. Un festival no es sólo un número de películas que se dan en un número de cines. Un festival es... otra cosa. Un encuentro, un lugar de intercambio de ideas, de reencuentro con el cine, con amigos, de debate, de discusión. Y también de diversión.

Tal vez en los próximos días llegue más gente y el "meeting point" que se abrió el domingo se transforme en un punto de reunión real. El lugar está bien puesto y es esperable que, tarde o temprano, la gente se nuclee allí tratando de que el festival no sea una experiencia solitaria sino una grupal.

A la vez, la proliferación de DVDs, laptops, películas online, videotecas, etc, hace que el festival se vaya volviendo más íntimo: yo "hice" Mar del Plata en las últimas semanas en mi casa y hoy vi cinco películas, cuatro de ellas en mi cama del hotel. Es entonces aún más necesario que un festival sea un punto de encuentro. De aquí a futuro va a ser más fácil ver las películas que poder encontrarse con gente interesante para compartir las ideas que esas películas provocan. Eso, finalmente, deberán ser los festivales de la próxima década: espacios donde esas experiencias personales se crucen, no importa si yo vi "Un profeta" bajada de internet, otro la vio en Cannes y un tercero la vio ayer. El festival será el lugar donde cruzar nuestras diferentes experiencias.

Si no es eso, bueno, la próxima me quedo en casa y lo cubro desde mi cama...

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