11.10.09

"No sé quién tiene la culpa de esto" - Entrevista a Mercedes Sosa (Clarín, 11.07.2002)


El otro día, cuando me enteré de la muerte de Mercedes Sosa, no pude dejar de recordar aquella vez que la entrevisté. No me acuerdo porqué terminé yendo yo a hacer esa entrevista, pero lo cierto es que la recuerdo gratamente. Hoy la busqué online y la encontré. Aquí la dejo...

Mercedes camina lento. Su cuerpo, bajo el pesado poncho que le cubre la espalda, se mueve despacio, con dificultad, como si arrastrara no tanto el paso del tiempo como el peso de la historia.

De hecho, se trata de una impresión falsa, de una conjetura imaginada a partir de confrontarse con la Negra Sosa un mediodía muy frío de julio en el living de su departamento de la zona de Retiro. En realidad, Mercedes está engripada. Muy engripada. "Es la primera vez que me levanto de la cama en casi una semana", dice, susurra casi, mientras deja caer su cuerpo sobre el sillón. Y ese es el motivo de su pesada somnoliencia, que la irá abandonando —poco a poco— en el transcurso de la charla con Clarín.

"Me agarró una gripe fuerte y no me pude levantar más", cuenta. En realidad, su relato es bastante más dramático. Dice que se cayó de la cama y que tardó una hora en cruzar al otro lado, agarrar el Interfon y llamar a María, su asistente. "Tenía ocho de presión", dice y abre grande los ojos.

Para preparar el show del martes (ver Mucho más...), los músicos tuvieron que venir a su departamento, levantarla de la cama y ensayar allí. "Lo más raro de estar así es que te alejás de las cosas, no te importa nada más que descansar y dormir", agrega. Unos días después, en el escenario se la vio bien, entera. "Poder llegar a cantar fue un milagro. Pero termino y me vuelvo a acostar enseguida", decía.

Desde la última vez que cantó en Buenos Aires (el 16 de noviembre, recital ahora editado en el CD Acústico), el país es otro. "Estaba acá en diciembre —cuenta—, después me fui de gira pero estaba pendiente de lo que pasaba. Más allá de lo económico, no me rinde mucho estar afuera porque extraño mucho. Acá ganamos poco, pero nos arreglaremos como se arreglan todos. Y trataré de mantener los mercados que abrí en el exterior".

- ¿Cómo vive la crisis?
- Hay un problema grave que es el económico, pero siento que tenemos que salir adelante. No nos queda otra, no tenemos otro país. Tenemos un solo pasaporte. ¿Cómo se sale? No sé. Para eso están los políticos. Yo lo único que hago es cantar, y cantar por poco porque cobramos en pesos. Pero hay que trabajar y trabajamos.

- ¿Cuál es su sensación cuando ve lo que pasa alrededor?
- Pena, mucha pena. El otro día vi lo de los piqueteros, con ese chico que parecía el Che Guevara, que mataron. Yo creía que estaba vivo, parecía que hablaba. Pero estaba muerto. Me impresionó mucho. Lo que más me preocupa es que veo que acá siguen sin arreglarse los problemas, que la gente está decaída, deprimida. Gente con la plata atrapada en los bancos, gente que no tiene dinero ni en los bancos ni en el bolsillo, ni para comer. Yo viví momentos difíciles en la Argentina, pero nunca así.

- ¿Peor que el Proceso?
- No, peor que eso no. Este es un momento desesperante, el otro era un momento de angustia, que la gente desaparecía y no aparecía más, que te sacaban de la casa a los hijos. Esto es diferente. Acá lo más tremendo es que los bancos se queden con tu plata. La única forma es tener el dinero en un avión, porque hasta el colchón te pueden robar con vos encima.

- Usted podría ir a vivir al exterior. ¿Qué la aferra a seguir aquí?
- Mi hijo, mi nieto, mis amigos, mi gente, mi patria. ¿Qué voy a hacer en otro lado? Me ofrecieron un departamento en Nueva York, pero ¿qué hago con María allá? Los primeros días uno camina y mira como pajuerano los edificios y eso. Pero después te cansás y empezás a extrañar. También podría comprar un departamento en España e irme allí pero no sabría qué hacer lejos de mi tierra. Cuando uno es joven puede aguantar, pero cuando es grande extraña más la tierra de uno.

- ¿Sigue disfrutando al subir al escenario?
- ¡Cómo no! El otro día, en La Haya, no tenía ganas de cantar, algo muy raro en mí. Subí y a la tercera canción ya había recuperado el entusiasmo. Es indudable que nací para esto y que no me siento obligada a cantar. Puedo estar agotada y decir no tengo ganas pero cuando subo se me pasa.

- Cuando no lo sienta más, ¿qué hará?
- Creo que la gente que no puede cantar más se debe retirar, pero mientras puedas tenés que hacerlo. Tampoco hay que subir al escenario a sufrir. Ese debe ser el momento en el que uno debe decir chau, me voy. Pero mientras goce lo que estoy haciendo voy a seguir.

Este año se cumple el vigésimo aniversario de su regreso a la Argentina y aquella impresionante serie de trece conciertos en el Opera. "Fue el momento más grande de mi carrera —recuerda hoy—. En ese tiempo había muchas ilusiones, ilusiones de cambio. Pero esos cambios no se produjeron. Se produjo la democracia, pero no sirvió para todo. No sé quien tiene la culpa de esto, lo que no me parece bien es que se culpe a Alfonsín de todo. No me parece bien ir a su casa y pegarle. Es un hombre grande. Tampoco entiendo que se lo compare con Menem. Yo no sé que tiene que ver uno con el otro..."

Un dato de La Negra 2002 es su aceptación a poner la bandera argentina en el escenario. Lo hizo cuando cantó en Santa Catalina (un remoto paraje en Jujuy, en una experiencia que la llenó hasta las lágrimas), cuando mostró el video de ese show en el Carnegie Hall y el martes en el Rex. "Nunca había pensado hacerlo, pero en este momento tenemos que estar unidos. Yo me negué toda la vida a esa cosa nacionalista, pero siento que en este momento hace falta poner la bandera."

¿Su preocupación? "Que la gente venga a la Argentina —explica—. Un amigo mío venía de Canarias y después de lo de los piqueteros empezó a dudar. Traté de tranquilizarlo. Me preocupa que afuera se crea que en todas partes acá se está matando gente. Lo de los piqueteros fue una desgracia, o una picardía de la policía. ¿Qué mejor defensa que un buen ataque?".

Sus próximos pasos incluyen una gira y grabar el año que viene con la Sinfónica Nacional. "Tengo pedidos de varios luga res —dice—. Quiero grabar Un vestido y un amor, Desarma y sangra, Marrón, canciones muy bellas, con arreglos de José Carli. El resto del tiempo, estaré de gira. Tengo que volver a Miami, también. Con los cubanos de allá tuve problemas hace unos años cuando los traté de gusanos y quemaron discos míos y me hicieron una demostración frente al Lincoln Center en Nueva York. Pero eso ya pasó: no hay que contestarle a la gente que es amargada, yo cometí el error de hacerlo".

Mercedes dice que lo que más admira del folclore joven es que "es gente que ha invertido mucho dinero y que ha visto coronado su esfuerzo con el éxito. La renovación no se detiene, salen artistas permanentemente. El folclore es muy humilde, muy sencillo. A la gente le gusta Zamba de mi esperanza desde hace treinta años y por ahí te aceptan una zamba nueva, pero tiene que ser algo muy bueno, como lo de Los Nocheros."

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