Curioso esto de viajar a Rosario a ver una función privada de una película. Digamos que se trató de un evento de lanzamiento nacional del filme y todo eso, pero para mí --en el diario ya habíamos escrito una nota de tapa con la peli-- el único motivo era ir a ver la película. Bastante más lejos que Metrovisión, digamos, o la sede de Disney en Vicente López.
Si es algo para hacer una vez al año puede tener su gracia. La cuestión se transforma en una pequeña aventura y además, en este caso, Rosario me encanta. Pero siempre existe un problema: que tanto viaje, micro, coctelito, nota y corrida te termine dejando palmado a la hora de la proyección. Por suerte no me pasó y tal vez sea mérito de la película, que me sorprendió bastante gratamente.
No hay mucho más para contar del viaje porque fue todo muy programadito, como un tour escolar. Llegar al hotel, salir a la conferencia de prensa, hacer notas individuales, ver la película e ir a una cena masiva en el Bar El Cairo que no tuvo nada demasiado relevante más que una chica cantando las canciones más obvias del repertorio de "bandas de casamiento y fiestas varias".
La verdad, prefiero las privadas más o menos cerca de casa, pero si hay una película sobre el Glaciar Perito Moreno, no me niego al traslado para verla allá...
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