21.9.09

Toronto Film Festival 2009 - Días 7 al 11 (Segunda Parte)


Voy avanzando. De a poco, pero voy avanzando. Ya llegaré a todas las películas... Es que vi como 42 y recién ahora me pongo a escribir...

LOURDES, de Jessica Hausner (9) Lo que logra hacer la directora austríaca de “Hotel”, en ésta, su tercera película, es poco menos que milagroso. Y no sólo porque tenga en su centro un tema religioso. Hausner centra su película en un tour/peregrinación que hacen religiosos y dolientes a Lourdes, a visitar el santuario de la virgen y rezar por su salud. La protagonista es Sylvie Testud, que encarna a una mujer que tiene el cuerpo completamente paralizado del cuello para abajo. Y junto a ella se mueve un curioso grupo que integran otras personas con dificultades de salud, además de religiosos y un grupo encargado del control y la seguridad. La película, filmada en un hiperrealista video digital que la hace ver, casi, como un programa de televisión documental sobre la peregrinación religiosa, cuenta una serie de días que dura el tour, días en los que la protagonista podrá hacer el tour supuestamente curativo, esperando un milagro, mientras a su alrededor el espectador puede darse cuenta de que el sistema no funciona del todo bien: los de seguridad quieren divertirse con las jóvenes que cuidan a los enfermos, ellas parecen más interesadas en pasarlo bien que en hacer su trabajo, y por todos lados se observa el "negocio de la religión". Pero esto, en la mirada de Hausner, no se contradice con la devoción y el fervor religioso que los pacientes tienen, y la experiencia religiosa está –desde ese punto de vista— tratada con mucho respeto, lo que seguramente explica porqué les permitieron filmar en los lugares reales. Hay ironía y bastante humor en ciertos momentos, pero siempre a expensas de la parafernalia que rodea a la peregrinación: la venta de productos, los tours, la música, ciertos personajes que acompañan la delegación (uno con bigotitos que cuenta chistes sobre curas es genial). Algo sucederá, promediando la película, que no conviene adelantar acá, pero que llevará al extremo y hará aún más evidente esa fina línea que sabe manejar Hausner para que la película no se transforme en una burla pedante y condescendiente sobre la religión ni tampoco en un folleto promocional de la visita a Lourdes, aunque más de uno podrá irse con esa idea. Cuando el filme concluye con un cantante italiano interpretando el viejo clásico “Felicitá”, “Lourdes” consigue dejarnos con una sonrisa y con una lágrima al mismo tiempo. Afortunados de haber presenciado un milagro… cinematográfico.

A SINGLE MAN, de Tom Ford (7) Es cierto que poca gente esperaba un gran filme de parte del diseñador de modas Tom Ford. Uno debe admitir los prejuicios que existen: ¿quién podía suponer que el tipo tenía un interesante cineasta adentro tuyo? Es cierto que, al llegar a Toronto desde Venecia, uno ya sabía que la película había sido muy bien recibida, con lo cual por lo menos había cierta expectativa. Y esa expectativa se vio bastante satisfecha. No es “A Single Man” una gran película, pero sí una que consigue atrapar, afectar y emocionar al espectador, aún siempre dentro del algo distanciado enfoque de Ford. El filme es una especie de combinación entre el Todd Haynes de “Lejos del Paraíso”, la estética de la serie “Mad Man” y el doblete “In the Mood for Love” y “2046”, de Wong Kar-wai. Y a eso hay que sumarle un look que parece sacado de las decenas de publicidades de ropa masculina que hay en revistas como Esquire o GQ. Si bien todo eso parece un paquete prefabricado potencialmente indigesto, Ford lo usa para contar la historia de un profesor universitario inglés de 52 años (Colin Firth, merecido ganador del premio a mejor actor en Venecia) que es gay y acaba de perder a su pareja, con la que estuvo 16 años. El hombre planea suicidarse al fin de ese día, pero una serie de encuentros (con un joven alumno de la universidad, con un taxiboy en la calle y con una amiga de años, encarnada por Julianne Moore) lo hace replantearse la situación. Se le puede achacar a la película una estructura de encuentros demasiado teatral, un estilo entre coreográfico y preciosista de la puesta en escena y un final, digamos, extremadamente novelesco. Lo que sí es admirable es cómo la película consigue ponernos dentro de la mente de su protagonista, convivir con sus emociones, sus miedos, su desesperación y, especialmente, su profundo dolor al haber perdido a su pareja. La imagen en HD es realmente increíble, si bien los cambios de tonalidades para los flashbacks son un poquito exagerados. Con sus pros y sus contras, “A Single Man” es una película capaz de emocionar con armas genuinas, de ponernos en la piel de su protagonistas. Y Firth, claro, es el gran arma que tiene Ford para salir airoso en su debut cinematográfico. Si para la próxima afloja, aunque sea un poco, con el perfeccionismo casi publicitario de la puesta en escena, tal vez estemos ante un gran director.

KAMUI, de Yoichi Sai (5) La primera media hora de esta película japonesa basada en un manga sobre asesinos ninja en el siglo XIII resulta divertida por los efectos usados en las batallas entre el personaje principal, Kumai, y todos sus perseguidores. Se nota que el filme –que se vio en 2D en Toronto—fue filmado originalmente para ser pasado en 3D, pero aún así por un rato se disfruta lo excesivo de los efectos digitales, mezclando el típico trabajo de cables de las películas de artes marciales con otros que parecen salidos de un dibujo animado. Pero la película, que dura dos horas, termina perdiendo energía antes de llegar a la mitad, y cuando la historia deriva hacia el romance y la épica más tradicional –-y los combates pasan a segundo lugar--, el asunto se pone aburrido y previsible. Tanto que me fui antes de llegar el final: era de imaginar que las escenas de acción iban a volver, pero no llegué a verlas. De todas, la más recomendada, es el vuelo cabeza debajo desde los árboles y hacia el piso. No lo intenten en sus casas, amigos…

THE WAITING CITY, de Claire McCarthy (5) Otra de las películas que, en este día de siete proyecciones, no llegué a ver en su totalidad. Pero creo que la hora que vi me alcanzó para tener una buena idea de lo que podía suceder. El filme se centra en una pareja australiana que viaja a la India para adoptar allí una niña. Las cosas se empiezan a atrasar y ambos deben hacer lo posible por sobrellevar la demora. Al principio será mediante el turismo y los paseos, conociendo gente y topándose cada vez que salen a la calle –¡caramba!—con algún tipo de escena o situación folclórica, que van de música a bailes, pasando por las típicas vacas que andan por ahí como si tal cosa… Cuando el dinero se empiece a acabar y ya los paseos no sean tan graciosos, la chica (encarnada por la bella Radha Mitchell), una por momentos fría y distante empresaria, y su marido, un bastante intragable guitarrista, empezarán a agarrarse entre ellos y el malestar oculto (sí, claro, al principio son sólo diarreas y descomposturas) saldrá a la superficie. Filmada en un demasiado contrastado y televisivo HD, la película es visualmente bastante chata y poco atractiva.

TRASH HUMPERS, de Harmony Korine (7) No hay duda de que todo el mundo hablará hasta el hartazgo de esta película. Que si es revulsiva, que si no, que si va más allá de lo tolerable, que es sólo un juego, que no cuenta absolutamente nada, que es una visión decadente del mundo, que es un juego de niños, etc etc. Y no sé, tal vez todos tengan su razón. Alguien escribía por ahí sobre qué hubieran pensado los críticos de este filme si no viniera firmado por un director reconocido. Qué habría pasado si este video casero filmado en VHS acerca de tres viejos decadentes –o tres tipos disfrazados de viejos decadentes—que se la pasan haciendo cualquiera durante un par de días, hubiera venido firmado por un Don Nadie. Lo cierto es que, en manos de Korine, “Trash Humpers”, es una película fascinante y horrorosa, divertida y escabrosa, tremenda e inocente, una especie de juego a lo “Jackass” por parte de tres personajes pasados de rosca que se dedican a todo tipo de vandalismos callejeros y a ciertas torturas hogareñas. Pueden hacer tonterías como lanzar tubos de luces al piso para hacerlos estallar, o masturbarse contra árboles o tachos de basura, pero también pueden torturar a personas, niños y hasta secuestrarse un bebé. ¿Qué da miedo? No se preocupen: son Korine y sus amigos haciendo de las suyas en un falso documental que, aun sabiendo que se trata de eso, logra causar una impresión indeleble. ¿Una exposición cruenta del lado más oscuro del sueño americano o sólo el divertido pasatiempo de unos tipos con una cámara de video y con tiempo para perder? Uno imagina que habrá tantas respuestas como espectadores. Yo la vi, la disfruté, la sufrí, la encontré fascinante y perturbadora, y muy pocas veces sentí que fuera gratuita en su búsqueda del shock, a diferencia de otros cineastas “mejor vestidos” que lo hacen sin que nadie lo note. Korine no esconde sus cartas: va con los tapones de punta a causar una impresión en el espectador. Y lo logra, con una película que toma de Lynch, de Herzog, de Buñuel, de John Waters y del performance art, y lo lleva a niveles inesperados.

ONDINE, de Neil Jordan (5) ¿A alguien le interesa a esta altura del asunto qué anda haciendo Neil Jordan? El tipo parece haber perdido el rumbo hace bastante tiempo y no recuerdo ninguna película memorable suya en más de una década (esa épica revanchista con Jodie Foster era tremenda). “Ondine” no va a cambiar la trayectoria, ni comercial ni crítica, Se trata de un fàbula para adultos que transcurre en Irlanda y que tiene a Colin Farrell en el papel de un pescador que un día, literalmente, pesca a una mujer del agua. Ella no quiere hablar de donde viene y la hija del pescador cree que se trata de una criatura de la mitología de esos lugares, un selkie, una suerte de foca que se convierte en humano. La aparición de Ondine revolucionará las vidas del pescador, de su hija enferma y de todo el pueblo, hasta que su pasado (que es menos fantástico de lo que parecía) venga a buscarla. Así, la fábula infantil irlandesa se convierte en una película de Ken Loach, para luego convertirse –como decirlo—en una mezcla de las dos cosas, un cóctel no demasiado apetecible. La actriz que encarna a Ondine, de cualquier manera, es un descubrimiento, y no precisamente de talento actoral…


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