TITULO:
Azul profundo
(24/10/2002)
Mulholland Drive: El camino de los sueños es la nueva y genial incursión de David Lynch en el universo de las pesadillas urbanas.
Diego Lerer.
DE LA REDACCION DE CLARIN.
Pocas veces el nombre de una productora sonó más apropiado que el que David Lynch usa para sus películas. El texto Producciones Asimétricas no solo anuncia que se trata de una obra suya, sino que parece ser un claro indicador de lo que viene. Mulholland Drive: El camino de los sueños, nueva genialidad del creador de Terciopelo azul, es un filme asimétrico por donde se lo mire. Todo en él es inesperado, disonante, ligeramente desajustado o corrido de lugar. En un cine como el norteamericano, que es un elogio y una escuela de la simetría, la precisión y la justeza, los sorprendentes y desconcertantes filmes de Lynch son un respiro, una satisfacción, casi un desahogo.
Lo que ofrece el creador de Twin Peaks aquí es un gran sueño, una pesadilla, un viaje sinuoso por los destinos de una joven inocente que llega a Hollywood con la ilusión de triunfar, sólo para toparse allí con el otro lado de la moneda, el lado oscuro y perverso. Mulholland... puede ser leída como la versión lynchiana de Sunset Boulevard, aquel filme de Billy Wilder en el que una calle mítica representaba a Hollywood como un camino a la perdición.
Resumir el filme es un poco anticipar las sorpresas, y tomando en cuenta los giros de la historia, no conviene adelantar demasiado. Sí vale decir que el cuento, aparentemente, se centra en dos chicas —la recién llegada a Hollywood y otra, una amnésica que sobrevivió a un accidente— que conviven en una casa en Los Angeles. De por medio, aparecerán productores codiciosos, mafiosos a la antigua, estrellas decadentes, directores cornudos, cowboys, enanos, cantantes que hacen playback y otras figuras ya clásicas del universo de Lynch.
Si bien no puede evitar citarse a sí mismo, el autor logra escapar del territorio de la autoparodia (como caía en Corazón salvaje) gracias a que El camino... establece rápidamente una conexión con el conflicto de la protagonista. A su manera, su llegada a Hollywood es como la del espectador al mundo de Lynch: todo la sorprende, la entusiasma, le extraña y le asusta a la vez.
Más allá de deleitarse con la cadenciosa superficie del filme y la increíble habilidad de su autor para crear climas, suspenso y tensión con mínimos elementos (las escenas del "monstruo en el estacionamiento" y del "espresso recomendado" son dos joyitas para enmarcar), lo interesante aquí es ver como Lynch vuelve a sumergirse en los terrenos de la ilusión y la realidad, jugando con todo tipo de figuras retóricas (sus sueños dentro de sueños conforman un catálogo solo apto para freudianos con carnet) y metáforas visuales, en las que su viejo y querido color azul eléctrico vuelve a tener una función perturbadora.
"Hagamos como en las películas, simulemos ser otras personas", le dice Rita a Betty. Y lo serán. En un punto del relato, Rita no será más Rita y Betty no será Betty. Espejos, dobles, cambios de personalidad, lógica del sueño: todo es probable en el mundo asimétrico de Lynch. Y más aún en un Lynch que habla de Hollywood, donde la realidad y la fantasía cohabitan en un extraño y sugerente no-espacio.
El talento de Lynch como orquestador de imágenes, lo que lo hace flotar escalones más arriba que buena parte de sus colegas, está en su capacidad para jamás tocar la melodía principal, la que conduce la habitual narración cinematográfica. Su arte consiste en combinar graves muy graves y agudos muy agudos, tonos chirriantes y otros subterráneos, hasta formar un universo de resonancias siempre impares. Una vez allí, en ese paraíso/infierno lleno de almas perdidas, el espectador es el que debe encargarse de encontrar la melodía. El resto, como decía aquel, es Silencio.
Suspenso
TITULO ORIGINAL "MULHOLLAND DR."
(ESTADOS UNIDOS, 2001) 140 MIN SAM 16
DIRECCION DAVID LYNCH INTERPRETES NAOMI WATTS, LAURA ELENA HARRING
SALAS CINEMARK PALERMO, V. RECOLETA, LORCA
EXCELENTE
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TITULO:
El monstruo está en nosotros
(31/05/2007)
dlerer@clarin.com
Cualquiera que haya visto un par de recientes películas coreanas sabrá que una de las especialidades de ese cine es su habilidad para cambiar de géneros dentro de una misma historia; sumar drama, comedia, acción, terror y suspenso en un mismo relato sin despeinarse, como si fuera lo más natural del mundo. Esa habilidad encuentra su mejor exponente en The Host, una película que incluye no sólo una multitud de géneros sino también una increíble diversidad de sentidos y referencias.
A primera vista, se trata de una película de monstruos que bien podría leerse como una versión coreana de Tiburón con algo de Alien y Godzilla. A partir de un caso real (una increíble cantidad de material tóxico que fue echado al río Han), el director de Memories of Murder, Bong Joon-ho, imaginó la aparición de un gigantesco monstruo mutante (mezcla de reptil, pez y extraño molusco) que, saliendo del fondo de ese contaminado río, aterroriza a la ciudad de Seúl, empezando por las familias que están haciendo picnic en un parque.
Bong tomará dos líneas paralelas de relato, que luego se abrirán a varias más. Por un lado, hay una familia más que disfuncional (un padre que tiene un kiosco, un hijo alcohólico, otro medio tontuelo con una hija en edad escolar y una campeona de arquería) que sufre la pérdida de la niñita a manos de el bicho. Por el otro, se cuenta la situación política que se plantea cuando la zona es puesta en cuarentena ante el temor de que las mordeduras del mutante sean contagiosas.
El conflicto central es entre la familia, que recibe un llamado telefónico de la niña —que aún sigue viva— y trata de ir a rescatarla, y los poderes de turno —tanto coreanos como norteamericanos— que no le cree ni le permite salir en su búsqueda dentro de la "zona de exclusión".
Si bien hay un conflicto masivo a escala nacional, la película nunca pierde de vista a sus seis protagonistas, manteniendo como centro el drama familiar, con el monstruo como catalizador no sólo de una serie de insólitas peripecias, sino de una cantidad de tensiones político-sociales que se viven en ese país.
The Host abandona a los veinte minutos la promesa de ser una película a lo Godzilla. Bong tira una fuerte situación dramática y no teme seguirla con un paso de comedia absurda (la escena del velatorio masivo es ejemplar en ese sentido), y de ahí ir al suspenso y la intensidad de una persecución para pasar sin pausa al melodrama. Y lo mejor es que todo fluye de una manera perfecta, más allá de que un espectador occidental —acostumbrado a una continuidad de tonos más clásica— pueda sentirse por momentos desacomodado.
Al elegir una familia de perdedores y centrarse en una sociedad, como la coreana, que tiene una gran dependencia con el poder militar norteamericano, Bong logra que su película cobre a cada paso más y más dimensiones. De la nada un personaje habla del retorno a la democracia y de sus frustraciones laborales, otro intenta corromper a un policía (que acepta, claro), un tercero miente abiertamente sobre lo que sucede con "el virus" y aparecen ex militantes transformados en inescrupulosos empresarios, manifestantes políticos que no saben bien para dónde correr y referencias permanentes al SARS, aquél virus que afectó la zona hace una década.
Pero nada de esto se introduce forzadamente en un relato que es de una intensidad permanente y que pondrá los nervios de punta al espectador. Bong es un malabarista —o un director de orquesta sinfónica— que juega con diez líneas de relato con distintos tonos cada una y nunca pierde de vista la melodía principal. The Host es un filme pequeño de tamaño (más cercano al modo de M. Night Shyalaman de contar historias de suspenso que al de, digamos, Michael Bay) pero conceptual, estética y temáticamente enorme. Todo un lujo para la cartelera porteña.
Ficha
The Host
- Suspenso TITULO ORIGINAL "GWOEMUL" (COREA DEL SUR/2006) 119 MIN, APTA MAYORES DE 16 DIRECCION BONG JOON-HO INTERPRETES SONG KANG-HO, PARK HAE-IL, BAE DU-NA SALAS V. RECOLETA, ABASTO, SHOWCASE BELGRANO
EXCELENTE
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TITULO:
La fábula de la reconstrucción
(17/11/05)
En "Una historia violenta", David Cronenberg se centra en una familia cuya tranquila vida cambia de un día para otro.
Diego Lerer.
dlerer@clarin.com
En esta familia no resolvemos los problemas pegándole a la gente", le dice Tom Stall a Jack, su hijo adolescente que acaba de darle una tremenda paliza a un compañero de escuela que lo tenía de punto. "No —contesta Jack, desafiante—. En esta familia le disparamos".
Unos días antes las cosas no eran así. Tom (Mortensen) era un tranquilo y amoroso padre de familia en el idílico pueblo de Milbrook, Indiana. Tenía un arquetípico restaurante norteamericano en el que atendía a la "buena gente" del lugar. Su mujer, Edie, era una madre responsable y eficiente abogada. Y Jack no se peleaba con nadie. Más bien, le escapaba a los "matones" del colegio por la vía de la ironía. Pero la hija más chiquita, Sarah, intuía algo: ella tenía pesadillas con monstruos que salían del placard.
Y las pesadillas se harán realidad poco después, cuando dos matones que venían de aniquilar a los dueños de un motel (en una larga y antológica escena que abre la película y que funciona como una vuelta de tuerca a las escenas similares que filma Tarantino), entran al restaurante de Tom para hacerse de la caja y dejar un par de cadáveres en el camino. En un descuido, Tom los reduce y los mata. Los canales de TV encuentran a su héroe de la semana, pero Tom sólo quiere "volver a la vida normal". Lo cierto es que será imposible. Ya no habrá normalidad para los Stall. De hecho, ¿alguna vez la hubo?
Una historia violenta avanza desde allí hacia zonas cada vez más enrarecidas. Poco después del hecho, un matón (Ed Harris, con el toque cronenberguiano de tener un ojo de vidrio y una cicatriz en la cara) llega al diner de Tom y lo confunde con "el loco Joey", un mafioso de Filadelfia. Tom jura que se trata de un error. ¿O está ocultando algo?
Cronenberg construye este thriller (de hecho, es más un western que otra cosa) de una manera bastante peculiar. Por un lado, engancha al espectador en una trama de suspenso clásica, con una familia acechada por bandidos y un misterio de identidades por resolver. Y, por el otro, lo desacomoda constantemente ya que, en lugar de mantener un registro realista, opta por trabajar sobre los elementos clásicos del género y subvertirlos en pequeñas pero sugerentes dosis.
A diferencia del tono surreal con el que David Lynch construyó su (en algunos puntos similar) Terciopelo azul, el canadiense usa un estilo hiperrealista que se presta a variadas interpretaciones y que puede incomodar al espectador al punto de hacerlo reír en los momentos aparentemente menos indicados. Lejos de apostar al verosímil, Cronenberg realiza un trabajo quirúrgico sobre el género, acompañando y haciendo propio el morbo del espectador cuando la violencia crece, pero sin por eso desentenderse de sus personajes ni desdeñar las emociones que ellos atraviesan. Queremos que esa familia se salve y triunfe, y Cronenberg jamás nos coloca en posición de juzgar sus actos.
Un poco a la manera de lo que hacía Todd Haynes con el melodrama en Lejos del Paraíso, Cronenberg toma las formas del género "buenos vs. malos" (llamenlo thriller, policial, filme de gángsters o western) respetando sus códigos, pero mostrándonos el revés de la trama. Un contraplano allí donde no debería existir, una escena de sexo inesperada, un llanto que incomoda, una imagen que shockea. Todas escenas que descolocan.
Si en primera instancia, Una historia violenta parece hablar de las zonas oscuras que esconde el sueño americano, sería muy simplista pensar que eso es todo lo que le interesa hacer a Cronenberg aquí. Como en casi todos sus filmes, esta es una historia sobre los misterios de la identidad, sobre las represiones implícitas en la adaptación social, y sobre la posibilidad (o no) de reinventarse, reconstruirse o, para usar la metáfora que mejor funciona aquí, "salir del placard".
Como M. Butterfly, La zona muerta o La mosca, Una historia... propone pensar la identidad como construcción. ¿Hay un lazo atávico que nos impide escapar del destino? ¿Podemos tomar otra forma en el curso de nuestras vidas, mutar, aunque para eso haya que sobrevivir a disparos, cuchillazos y cubrir el cuerpo de heridas y cicatrices hasta que aflore una nueva piel? Cronenberg —en el final angustiante de esta extraordinaria película— no ofrece respuesta alguna. Prefiere dejar la pregunta abierta, reflejada en los rostros llorosos de una familia que ya no volverá a ser la que era.
Una historia violenta
- Suspenso TITULO ORIGINAL "A HISTORY OF VIOLENCE" (EE.UU./CAN., 2005) 95' SAM 16 DIRECCION DAVID CRONENBERG INTERPRETES VIGGO MORTENSEN, MARIA BELLO, WILLIAM HURT, ED HARRIS SALAS V. RECOLETA, ABASTO
EXCELENTE
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TITULO:
EL MUNDO PERDIDO
(29/06/05)
Con su versión del clásico "Guerra de los mundos", Spielberg logra un filme intenso y aterrador sobre una invasión extraterrestre.
Diego Lerer.
dlerer@clarin.com
Cuesta creer, viendo Guerra de los mundos, que el director sea el mismo Steven Spielberg que fuera responsable, más de 20 años atrás, de imaginar criaturas extraterrestres amables y tiernas como las de Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T. Acaso la culpa de haber ennegrecido la sensibilidad del más grande de los cineastas populares de las últimas décadas sea del paso de los años (de cierta inocencia juvenil a una adultez más amarga), o bien el terror que invadió a todos los norteamericanos después del 11 de setiembre. Lo cierto es que, después de ver la impactante adaptación que hizo de la clásica novela de H.G. Wells, los extraterrestres son hoy más parecidos, en el imaginario "spielberguiano" a los tiburones y a los dinosaurios.
Si bien Spielberg toma como base el texto de Wells, lo hace insertando una historia central bastante diferente, una que la conecta claramente al resto de sus películas: la idea de una familia desmembrada, de un pa dre ausente, y de una amenaza externa que ayuda a reconectar lazos. Aquí, el protagonista es Tom Cruise, un espécimen cinematográfico puro, un actor que maneja a la perfección lo que es actuar para la cámara y que dota de tensión y nervio cada escena en la que está.
Cruise es Ray, un estibador que vive en Nueva Jersey, divorciado, que recibe la visita de sus hijos (un varón adolescente y una nena de unos diez años, la excelente Dakota Fanning), a quienes presta poca atención. Como la mayoría de los padres del cine de Spielberg (los de E.T., Encuentros cercanos..., Inteligencia artificial y hasta Indiana Jones), Ray es completamente inútil para la tarea paterna, y sabe poco y nada de sus hijos. Y deberá enterarse por la fuerza.
La historia de Wells es bastante conocida y arranca con una serie de extraños accidentes meteorológicos que preceden una invasión extraterrestre. Spielberg mantiene el concepto original de los gigantescos trípodes avanzando sobre las ciudades y las personas, pulverizando a todo aquel que se cruza por su camino, y destruyendo todo a su paso.
A la media hora, la invasión ha comenzado y la película llega a un pico de tensión que logrará sostener (más allá de algún exceso de "casualidades") durante una hora de relato, tal vez el más intenso y terrorífico visto en mucho tiempo. Mientras Ray huye con sus hijos —y va descubriendo y sobreviviendo a la destrucción que lo circunda—, Spielberg arma negrísimas secuencias en las que el horror, la violencia y la crueldad alcanzan niveles inusitados.
La última media hora no está a la altura de lo anterior, más que nada por una larga, poco efectiva y anticlimática secuencia en un sótano (con Tim Robbins interpretando a un maníaco vengativo), y por cierta tendencia del director a redoblar la apuesta sensible a la hora de cerrar sus historias, intentando dar un matiz optimista a un retrato de horror y de muerte.
Pero ni aún en esos momentos el filme se le escapa de las manos. Sólo basta comparar cualquier secuencia de Guerra... (la fuga en el barco, el "tren de fuego", la separación padre-hijo, el avión caído, etc.) con la mayoría de las superproducciones del último tiempo, y la maestría visual de Spielberg, su dominio total de los recursos del cine, se hace más que evidente.
Con una oscuridad pesadillesca que hace recordar a clásicos como La noche del cazador (o Los pájaros, de Hitchcock), una cruza temática que abarca toda la obra del director (la idea del viaje, la fuga, el perseguidor misterioso, la familia rota, que vienen acompañándolo desde Reto a muerte a La terminal, pasando por El imperio del Sol, Atrápame si puedes y La lista de Schindler, además de las películas ya citadas) y una virulencia visual que impactará directamente en el estómago de los espectadores, Guerra de los mundos es, sin duda, el tanque de la temporada. Y ni Batman, ni Francella, ni Angelina Jolie tienen con qué darle. Ni siquiera Darth Vader.
Eh, ¿quién era Darth Vader?
-Ciencia-ficción. TITULO ORIGINAL "WAR OF THE WORLDS" (EE.UU., 2005) 116 MIN SAM 13 DIRECCION STEVEN SPIELBERG INTERPRETES TOM CRUISE, DAKOTA FANNING, TIM ROBBINS SALAS ABASTO, BELGRANO, VILLAGE RECOLETA
MUY BUENA
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TITULO
Los círculos del infierno (04/01/07)
dlerer@clarin.com
Ganadora de varios premios internacionales, Lazarescu es un relato abrumador y doloroso, simple en apariencia pero complejísimo en su construcción, acerca de las probables últimas horas de un hombre enfermo. El título original es La muerte del Sr. Lazarescu y si bien no hay evidencias certeras de que eso suceda al final de las dos horas y media del relato, el título hace juego con una idea más abarcadora que el hecho concreto de que nuestro alcohólico antihéroe, más temprano que tarde, morirá.
Dante Lazarescu parece haber vivido muchos más que los 62 años que declara. Viudo, con una hermana que vive en otra ciudad y una hija en Canadá, vive solo con sus gatos, su suciedad, su bebida alcohólica casera, su úlcera perforada y sus mañas. Una noche, agotado ya de sus dolores de estómago y de su jaqueca, decide pedir un médico a domicilio. Casi una hora del filme se irá entre sus mareos, la espera por una atención que nunca llega y la medida ayuda de sus vecinos que se debaten entre acompañarlo cuando arriba la ambulancia o abandonarlo a su suerte.
La enfermera Mioara será una especie de ángel guardián que tratará de guiar al condenado Lazarescu a través de los círculos del infierno. Ese "infierno" es una secuencia de hospitales que el cada vez más frágil Dante recorrerá en busca de doctores que lo atiendan, que se pongan de acuerdo en lo que le sucede (¿es el hígado?, ¿el páncreas?, ¿cáncer?, ¿cirrosis?), y, por último, que decidan operarlo (o no) y le consigan un lugar donde hacerlo.
Toda esta recorrida —agravada por un accidente en la ruta que dejó con poco lugar a los hospitales— resulta tan intensa como aterradora. Como si los hermanos Dardenne filmaran un largo capítulo de E.R., Lazarescu descubre las muchas miserias y algunas grandezas de médicos y asistentes poco dispuestos a hacer un esfuerzo extra por un hombre que, consideran, se ha buscado su propia muerte.
Pero el mérito del filme no sería tan grande si sólo buscara ser una denuncia acerca del estado de la atención sanitaria narrada con indudable maestría técnica. Es cierto que el filme cala hondo por esa brutal pintura del sistema, casi en clave de negrísima comedia. Y es verdad también que el depurado estilo de Puiu —cámara en mano, largos planos secuencia y un realismo a ultranza que hace recordar a la urgencia de John Casavettes o a documentales de Fred Wiseman como Titicut Follies— impresiona y sorprende. Pero el valor de esa construcción sólo cobra real dimensión en función de lo que Puiu trata de contar aquí, que no es otra cosa que la desesperante parábola de un hombre que empieza a morir desde el primer minuto: la historia de un condenado a muerte sin escapatoria.
Si bien el tema de Lazarescu es, según el director, el concepto cristiano de "ama a tu prójimo como a ti mismo", el recorrido del protagonista lleva al espectador a hacerse planteos, si se quiere, de un tipo más existencial. Los hospitales, así, no son más que metáforas. La condena de Lazarescu no es necesariamente mayor por la especificidad de su problema de salud ni por una posible mala praxis. Tarde o temprano, parece querer expresar Puiu (un hipocondríaco confeso), todos nos encontraremos en una situación parecida. El progresivo deterioro de su condición a lo largo de las casi seis horas que dura su traslado "hospitalario" puede sintetizar una vida entera.
Al término de la larga noche, Lazarescu casi no podrá controlar ni su cuerpo ni su mente. Rapado, desnudo, balbuceante y acurrucado sobre sí mismo casi en posición fetal, Dante habrá recorrido el círculo más profundo del infierno hasta llegar al final. Final que —como el de toda circunferencia que se precie— no es otra cosa que el principio.
Ficha
La noche del Sr. Lazarescu
Drama. Título original "Moartea domnului lazarescu" (Rumania, 2005) 152 min. Sam 13 dirección Critsti Puiu. Interpretes: Ion Fuscuteanu, Luminita Gheorghiu. Salas Arteplex Belgrano, Cineduplex Caballito. En dvd
EXCELENTE
1 comentario:
leí la crítica a la peli de Crónemberg y me pasó algo que muchas veces me hace pensar: qué pasa que cuando se hace crítica en un diario -como es este el caso- o en un medio masivo, no se puede evitar contar el 90% de la trama de una película??
En los tres primeros párrafos queda anulada cualquier tipo de sorpresa que un lector -que aún no haya visto la película- pueda tener.
Qué onda? es obligación? No se puede advertir con un texto que prevenga al lector que se puede enterar de -por ejemplo- el final de una película y que queda a su criterio la lectura o no del texto?
me pregunto...
Saludos
Leandro.
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