No siempre las buenas intenciones resultan en buenas películas. Y el asunto, que parece paradójico, en realidad no lo es tanto, ya que muchas de las historias contadas priorizando lo que se quiere decir aún antes que el cómo decirlo, suelen poseer estos problemas. "Agora", la superproducción de 70 millones de dólares que, con dinero español, Alejandro Amenábar ("Mar adentro", "Los otros") filmó en inglés con Rachel Weisz como protagonista, está planteada como una película que, a partir de contar la destrucción de la Biblioteca de Alejandría en el siglo IV (más los acontecimientos previos y posteriores a ese hecho), quiere llegar a un saludable e inteligente punto: hacer una crítica de los fanatismos religiosos y cómo han sido perjudiciales para el desarrollo de la ciencia y el conocimiento a lo largo de la historia hasta llegar a las guerras de hoy.
El problema del filme es el cómo: "Agora" no es mucho más que una suma de discursos dichos más a los espectadores que entre los personajes que debaten (cual asamblea o reunión de consorcio en togas) esos mismos puntos que la película trata. Como la reciente "El origen" (que al menos tenía la suficiente pirotecnia visual para distraer al espectador), "Agora" necesita explicarse a sí misma todo el tiempo. Pero no trata de aclarar sus complejidades de guión (que es bastante sencillo), sino directamente hablar de los temas del propio filme.
Un filme de ideas, es cierto, no es algo que abunde entre las superproducciones actuales. Pero Amenábar no sabe cómo crear drama a partir de ellas, y tampoco se trata de un filme "de ideas" en el sentido experimental del término. Y, por otro lado, los conflictos que intenta crear -el religioso/científico, por un lado; y el romántico, con tres hombres distintos que se relacionan, o intentan hacerlo, con Hypatia (Weisz)- nunca crecen ni se conjugan armoniosamente. Da la sensación de que el filme es una pegatina de debates, escenas de muchedumbre (no hay mucha acción ya que los conflictos se dirimen, en su mayoría, con brutales piedrazos al cuerpo) y explicaciones de los descubrimientos y avances científicos de Hypatia.
El filme se divide en dos partes: antes y después de la destrucción de la Biblioteca. Hypatia cree sólo en la ciencia y aborrece la idea de lo religioso. Eso la aleja del creciente cristianismo, y las disputas entre paganos (comandados por su padre, ella prefiere no pelear y unir a todos bajo el resguardo de la ciencia) y cristianos terminarán en la destrucción de ese monumento del conocimiento del que logran salvar muy poco material. Y, también están los judíos de por medio, ofreciendo otro potencial conflicto entre religiones.
Y mientras ella trata de descifrar cómo orbita la Tierra y los planetas alrededor del sol, tres hombres que fueron sus estudiantes y que siempre intentaron, sin suerte, conquistarla (parece que el amor y la pasión están más a mano de los religiosos que de los fríos científicos, pero Amenábar no profundiza demasiado en eso) van participando de los violentos cambios que atraviesa el Imperio Romano hacia su previsible decadencia.
Pomposa, con apenas Weisz saliendo airosa del enorme desafío actoral que es recitar parlamentos como si fuera una obra de escuela secundaria y en el tono más solemne imaginable, "Agora" tampoco aporta demasiado en el terreno de la acción, algo que Amenábar intenta disfrazar con ampulosos planos aéreos que muestran la gran ciudad de Alejandría y sus alrededores, además de exhibirle a sus productores, uno imagina, en qué se gastaron el dinero en una película cuyos temas (de ineludible actualidad, eso es innegable) podrían haberse debatido en un par de salones adecuados para la época. "Agora" es una didáctica obra de teatro transformada en una extraña superproducción. Y la transformación resulta algo parecido a la nada misma.
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