4.12.08

Diario de Tallin - Parte 4


Luego de unos días de ausencia --tal vez causados por el estupor provocado por el vodka finlandés-- reaparece nuestro intrépido cronista en Estonia, esta vez para dedicarnos una apasionada pieza de defensa de la película "Hunger", de Steve McQueen.


Por Eduardo Flores Lescano

Ayer fue un buen día, pero han pasado tantas cosas en los últimos dos que no he podido hilvanarlas correctamente. Las noches son muy largas, la gente es mucha, en fin, vida de festival. Pero ayer viví quizás una de las experiencias cinematográficas más intensas del año. Me enfrenté a "Hunger". Quizás la película más importante, más potente, hasta ahora, de este festival.

Su director se llama Steve McQueen, no confundir con el de "Papillon": no es él. Posible ganadora de la competencia oficial del Black Nights Film Fest, me dejó convencido de que hay un cine que puede prescindir de pretensiones estúpidas, y de que hay un cine realmente ingenuo del que este filme no forma parte. Logra apoyarse en la potencia musical de los sonidos de la vida cotidiana y generar una tensión poética y visual cuyos límites se expanden de manera brutal.

"Hunger" es un film brutal, basado en la famosa huelga de hambre que en el año 1981 llevó a Bobby Sands y a nueve hombres más a la muerte en una cárcel para presos politicos del IRA, en el norte de Irlanda. El film comienza con la presentación de la forma de vida en la cárcel, la convivencia entre los golpes, las vejaciones, la relación entre el cuerpo desnudo de los presos y los palos de los guardias, en escenas realmente difíciles de olvidar. Luego, el peso de la pelicula, que estaba soportado en uno de los guardiacárceles y su estrecha conexión con la violencia y el intento por "domesticar" a los presos, recae sobre los hombros de la decisión de Bobby Sands de llevar a cabo una huelga de hambre hasta la muerte, y si muere, ser reemplazado por un compañero, y así hasta lograr su objetivo, status político e independencia religiosa.

Luego de una escena que dura más de diez minutos, un plano fijo, en el que Bobby Sands le comunica a un cura lo que va a hacer, para que lo informe afuera, la película se convierte en un calvario que obliga a veces a cerrar los ojos. Se está frente al cine del futuro, y McQueen, quiéralo o no, logró hacer una pelicula perfecta. No hay un plano que sobre y no hay palabras dichas de más. McQueen se anima a todo, alejado de cualquier cliché de cine carcelario, usa tomas fijas y largas, travellings, primeros planos, cámara en mano, sobre todo en las escenas de las golpizas, cuyo crescendo asusta, porque el espectador ve que eso realmente está pasando, que los cuerpos están recibiendo los golpes, que se deterioran a medida que la pelicula avanza, aunque sea una construcción artística, ficcional. La película respira, vomita, escupe, sangra, es demasiado real.

Pero quizás lo más importante desde el punto de vista formal sea el uso de los sonidos, pues la película no tiene música extradiegética, todo pertenece a la realidad de esa cárcel, a la realidad del momento, al palazo, a la piña encajada en medio de la cara, a las botas de los guardias corriendo por los pasillos, al ruido de la orina mezclada con lavandina en el pasillo, moviéndose como un río que transporta la dignidad de los soldados del IRA. Ojalá el BAFICI la proyecte: "Hunger" es una pelicula imprescindible, es la dignidad convertida en planos. Es, de ahora en mas, para mí, una necesidad, una espina clavada que no deja de penetrar la carne.

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